Introducción

La familia, tal como está definida en nuestra Constitución Política, es el núcleo fundamental de la sociedad.

Esta definición se centra en la función social y el objetivo de bien común que persigue la familia como institución.

Pero la familia no sólo es buena para la sociedad, sino que también es lo mejor para el desarrollo de la persona humana, desde que es concebida hasta su muerte.

En este sentido la familia cumple una función psicológica y existencial que se agrega de manera esencial a las funciones de reproducción biológica y de sustento material. "La familia es el espacio en el que se obtiene cariño, afecto y se descubre el sentido de la vida."

En estos días, no está en discusión la importancia de la familia, pero los cambios culturales y sociales que han generado transformaciones estructurales importantes en ella, han dado pie para discutir acerca de la vigencia del modelo tradicional de familia –con padre, madre e hijos— como el mejor para cumplir las funciones antes mencionadas.

En Chile, un 50,2% de los nacimientos está ocurriendo fuera del matrimonio, con un alto índice de hogares monoparentales y porcentajes de rupturas y separaciones matrimoniales de entre un 12 y un 20%.

Por otra parte, al observar la realidad de la vida actual, se constata que los padres están tan absorbidos por el mundo laboral que no les queda mucho tiempo para dedicarse a la familia.

Ante esta situación, nos parece oportuno reflexionar acerca de las funciones de los padres en la familia, y específicamente del padre, el mayor ausente del hogar.

Semejanzas y diferencias entre padre y madre

Sandra Ferketich descubrió que la tendencia a criar se encuentra tanto en varones como en mujeres, así como el deseo de sentirse conectado emocionalmente con los hijos.

Otro investigador, Ross Parke, ha dicho que tanto los padres como las madres son igualmente capaces de interpretar las señales de sus hijos indicativas de hambre, molestias o fatigas, e igualmente capaces de responder a ellas de manera adecuada.

Numerosos estudios avalan la idea de que hombres y mujeres tienen capacidades parentales similares, pero también hay mucha evidencia sobre las diferencias, que radican principalmente en la forma de ejercer dichas capacidades.

Algunas de las diferencias más significativas entre la madre y el padre radican en la forma de jugar, siendo el padre más explorador, ayudando al hijo en la formación de su confianza en sí mismo.

El padre apoya las conductas del hijo que buscan novedad y lo ayuda a tolerar frustraciones cuando intenta algo nuevo.

La madre, en cambio, suele aferrarse a los esquemas más convencionales.

Otra divergencia en el modo de relacionarse los padres con sus hijos está en la disciplina, ya que mientras la madre tiende a imponerla subrayando los costos sociales y de relación que tiene la mala conducta, el padre lo hace subrayando las consecuencias mecánicas y sociales de ésta, alejándose de lo emocional y de un modo más impersonal cuando han trazado un límite.

Estas diferencias y otras que se pueden encontrar en la literatura referente al tema, permiten concluir que padre y madre son complementarios y necesarios en el desarrollo de los hijos.

Paternidad comprometida

El concepto de paternidad comprometida se refiere a determinadas características presentes o ausentes en las relaciones entre padres e hijos.

Doherty y Erikson han determinado que estas características son:

Tener sentimientos y conductas responsables respecto del hijo.

Sentirse emocionalmente comprometido.

Ser físicamente accesible.

Ofrecer apoyo material para sustentar las necesidades del niño.

Ejercer influencia en las decisiones relativas a la crianza del hijo.

Gran cantidad de investigadores que han buscado identificar los efectos de una paternidad comprometida han sido consistentes en señalar que los niños con padres altamente comprometidos se caracterizan por una mayor capacidad cognitiva, mayor empatía, creencias sexuales menos estereotipadas y mejor capacidad de autocontrol.

Un factor fundamental para explicar estas diferencias es el contexto familiar en que estos niños son criados.

Los mismos estudios han demostrado que un alto grado de compromiso paterno hace posible que tanto la madre como el padre hagan lo que les parece más satisfactorio.

Permite a los padres un mayor grado de cercanía con los hijos, mientras que a las madres les da la libertad para alcanzar metas profesionales manteniendo un adecuado grado de cercanía en la relación con sus hijos.

Un alto nivel de compromiso paterno genera un contexto familiar en que tanto el hombre como la mujer se sienten satisfechos con su matrimonio y con los acuerdos acerca de la crianza infantil a que han llegado.

La paternidad comprometida se ve influenciada por tres aspectos: motivación, habilidad y autoconfianza. La motivación es muy importante, aunque por sí sola no asegura un compromiso paterno.

Pero existe un cuarto factor, también muy determinante, que se refiere al apoyo que la madre brinda al padre para que se comprometa dentro de la familia.

Finalmente, las prácticas institucionales, especialmente en el lugar de trabajo del padre, pueden afectar seriamente el compromiso paterno.

Efectos del cuidado paterno en el desarrollo infantil

Los niños de tan sólo unas semanas de vida tienen la capacidad de distinguir al padre de la madre, y si bien no se puede afirmar que esta capacidad sea importante para la supervivencia, sí se puede inferir que tiene un valor para su desarrollo pleno.

A partir de las seis semanas, los niños distinguen la voz del padre de la de la madre. Ya a las ocho semanas se aprecia que, al acercarse la madre, los recién nacidos responden con un ritmo cardíaco y respiratorio más lento, aflojan los hombros y bajan los párpados; en cambio, cuando se acerca el padre, se les acelera el ritmo cardíaco y respiratorio, tensan los hombros, abren los ojos y se les vuelven más brillantes.

Si los niños desde que nacen están equipados para descubrir al padre y diferenciarlo de la madre, implica que la conexión con aquél es necesaria e importante para su desarrollo.

Los niños que han tenido un buen padre entre los primeros dieciocho a veinticuatro meses de vida, son más seguros en la exploración del mundo que les rodea, son más curiosos y menos dubitativos frente a los nuevos estímulos.

Henry Biller y Frank Pedersen demostraron que estos niños, llegado el momento de ir a la escuela, están más preparados, tienen mayor tolerancia a la tensión y la frustración, están más capacitados para esperar su turno, mantienen suficiente interés en su trabajo y confianza en sus propias capacidades y habilidades para trabajar solos hasta que la profesora los pueda ayudar.

Por su parte, Hellen Bing descubrió que la cantidad de tiempo que un padre le lee a sus hijos es un factor determinante para predecir muchas de las habilidades cognitivas, especialmente verbales, de los niños, lo que no se da igual tratándose de la madre.

Otros estudios han asociado el coeficiente intelectual más alto al cuidado paterno. Las explicaciones para estos resultados se basan en que la preferencia del padre por apoyar las conductas de búsqueda de novedades, combinado con la tendencia a enriquecer y complejizar las actividades más rutinarias y pasivas de los hijos le entregan un fuerte papel de apoyo en la capacidad medible y percibida del hijo para resolver problemas y adaptarse, capacidades necesarias para el éxito en la escuela y posteriormente en el trabajo.

En otros campos del desarrollo de la personalidad los estudios revelan cuán significativa es la presencia del padre con sus capacidades parentales propias.

Psicólogos, psiquiatras y educadores han manifestado persistentemente que la preocupación empática por los otros, el autocontrol, una alta sensibilidad moral e incluso el desarrollo físico están determinados en un nivel importante por el compromiso del padre en la crianza y educación.

No sólo existen efectos directos de la paternidad comprometida en el desarrollo infantil, también hay efectos indirectos, que pueden ser tanto o más importantes que los otros.

Es así como se observa que los padres desempeñan en sus familias un número significativo de roles –compañeros, proveedores, esposos, protectores, modelos, guías morales, profesores, proveedores de cuidado— cuya importancia relativa varía de acuerdo a la época histórica y grupos culturales.

Claramente el rol de proveedor es un componente clave del rol de padre en la mayoría de los segmentos sociales de nuestra cultura. Aun en la gran mayoría de las familias en que ambos padres trabajan, el padre es visto como el proveedor primario.

El soporte económico de la familia constituye un modo indirecto pero importantísimo a través del cual los padres contribuyen a la crianza y salud emocional de sus hijos.

Un segundo aspecto indirecto fundamental se desprende del rol del padre como fuente de apoyo emocional para otras personas distintas del hijo, principalmente de la madre involucrada en el cuidado directo del niño.

El puede ayudar a mejorar la calidad de la relación materno-infantil, y por ende a facilitar la adaptación positiva del niño.

Si la mujer siente el compromiso del padre con sus hijos, ella estará más dispuesta en su rol de madre y se sentirá más satisfecha.

Conclusiones

Con todo, no sólo las diferencias entre madres y padres son importantes, sino que también influyen algunos factores que les son comunes.

Si bien existen patrones de comportamiento diferentes en las mujeres y los hombres, que ayudan a la diversidad en la estimulación de los hijos, las dimensiones importantes de la influencia del padre y la madre son aquellas que tienen que ver con las características parentales, que se refieren en gran medida al compromiso y responsabilidad con que se ejercen ambos roles.

Las características individuales de los padres, tales como masculinidad, intelecto, y aun su calidez, son menos relevantes, formativamente hablando, que las características de la relación que han establecido con sus niños.

Los niños que tienen relaciones seguras, contenedoras, recíprocas y sensitivas con sus padres, probablemente estarán mejor adaptados psicológicamente que individuos cuyas relaciones con sus padres (madres y padres) son menos satisfactorias.

Actualmente, las relaciones individuales son generalmente vistas como menos influyentes que el contexto familiar. Los padres, por lo tanto, deben ser vistos en el contexto más amplio de la familia; la influencia paterna positiva es más probable que ocurra no sólo cuando hay una relación padre-hijo contenedora, sino que cuando la relación padre-madre, y probablemente con los otros hijos, genera un contexto familiar positivo.La ausencia de hostilidad familiar es el correlato más consistente de adaptación infantil, mientras que el conflicto conyugal es el correlato más consistente y confiable del desajuste infantil.

Todos estos factores subyacen al hecho de que los padres juegan múltiples roles y que el éxito en cada uno de ellos afecta el desarrollo y adaptación de sus hijos.

Los padres tienen efectos beneficiosos en sus niños cuando tienen relaciones nutritivas y contenedoras con ellos así como también con sus hermanos, cuando son competentes y se sienten satisfechos como proveedores, cuando son parejas exitosas, donde cada uno tiene su espacio dentro de la formación de los hijos. Así las cosas, la naturaleza de la influencia paterna puede variar sustancialmente dependiendo de los valores individuales y culturales.

No hay un rol paterno único al cual todos los padres debieran aspirar. Lo que sí está claro es que, sea cual sea el rol que asuma el padre en este contexto, su influencia y presencia es fundamental.