El término estrés no es nuevo, ya que desde la Edad Media se empleaba para expresar dureza, adversidad, tensión o aflicción. El estrés es algo normal, forma parte de nuestra vida diaria. La ausencia del estrés implicaría un estado de inconsciencia o de muerte. Puede decirse que el estés agrupa a todos aquellos fenómenos y variables que intervienen en el proceso de adaptación humana y animal a su entorno.
Dicha adaptación varía en cada individuo, por lo que una misma situación puede influir de manera muy distinta en personas diferentes. Lo deseable entonces es: 1.Vivir con la cantidad de estrés adecuada según nuestra personalidad. 2.Saber cómo liberar el estrés. 3.Saber cómo fortalecernos para resistir el estrés. 4.No exponernos a elevados niveles de estrés por tiempo prolongado. 5.Saber las consecuencias de enfrentar niveles de estrés superiores a nuestra capacidad homeostática.

¿Cómo se produce el estrés? Es un síndrome general de alarma, ante cualquier estímulo, agradable o desagradable que llega a nuestro organismo (luces, sonidos, voces, etc.)
AGENTES ESTRESANTES:
Problemas morales: sentimientos de vergüenza, culpa, etc. Problemas socioeconómicos: perder el empleo, deudas, etc. Problemas ambientales: ruidos, desastres naturales guerras, etc. Problemas mentales: sustentar un examen, un estudio intensivo para memorizar mucho material en poco tiempo, etc. Problemas emocionales: contraer matrimonio, disgustarse con un ser amado.

ESTRÉS Y SALUD: La acción de los agentes estresantes desencadena la reacción general de adaptación de nuestro organismo al estrés. Esta reacción consta de tres etapas consecutivas que se desarrollan en cuestión de segundos y que pueden repetirse varias veces en un solo día.
Etapa 1: Reacción de alarma: Se inicia cuando el cuerpo reconoce que debe enfrentar alguna demanda del ambiente, que implica peligro, cambio o adaptación. Nos volvemos más sensibles y alertas, la respiración y latidos del corazón se aceleran, los músculos se tensan y se puede presentar sudor, palidez, desesperación, etc. En esta etapa utilizamos estrategias de enfrentamiento. Si el estrés no disminuye, entramos a la segunda etapa.
Etapa 2: Resistencia: El organismo inicia la búsqueda de su equilibrio reparando los daños causados por el estado de alarma. Cuando esto sucede, los recursos físicos y emocionales se agotan y se hacen más claros los síntomas de desgaste.
Etapa 3: Agotamiento: Se emplean cada vez más los mecanismos de defensa ineficientes. Algunos pierden contacto con la realidad y se dan señales de desorden o trastorno mental. Otros presentan un “colapso”, o sea, incapacidad para concentrarse, irritabilidad, síntomas físicos en la piel. Las funciones orgánicas como la digestión, circulación, respiración y defecación se vuelven más lentas y la resistencia general se debilita. El estrés prolongado puede provocar o empeorar ciertos males. En la raíz de nuestras peores aflicciones como las enfermedades del corazón y el cáncer, hay factores psicológicos.

Cómo manejar el Estrés: El estrés es parte de nuestra vida diaria actual, por lo tanto lo más recomendable es saber cómo manejarlo. A continuación algunas sugerencias:
 Tener buena condición física: Nos da más capacidad de resistir el estrés y la tensión (resistencia cardiovascular, flexibilidad y buen funcionamiento muscular.
 Descanso: El descanso hace a la persona más alerta, incrementa los glóbulos blancos, por lo que aumenta la resistencia a la enfermedad.
 Ejercicio: Da mayor energía, firmeza, mejor apariencia, menor riesgo de enfermedad coronaria, libera tensiones diarias y favorece el descanso durante la noche. Propicia la creación de endorfinas que dan sensación de bienestar, protegen contra la enfermedad, alivian el dolor, reducen la presión arterial, frecuencia cardiaca, respiración, ansiedad y depresión.
 Alimentación rica en vitaminas del complejo B: (Calcio, Magnesio, y otras) fortalecen el sistema nervioso, ayudando a resistir mayor cantidad de estrés.
 Manejo de las preocupaciones: Podemos formar el hábito de eliminar pensamientos preocupantes, pensar lo que deseamos y no lo que acosa a nuestra mente, porque es ingrato, vergonzoso y angustiante. Si un problema tiene solución, actuemos para resolverlo, si no la tiene, dejemos de pensar en él.
 Confianza en Dios. Finalmente, tenemos que aprender a echar toda nuestra “ansiedad sobre él (Dios), porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:8). Confiar en Dios es una de las mejores formas para controlar el estrés.
Ref. Jorge Bastar El Centinela, Marzo 2000