Actúa como sí, en vez de 16, tuviera 12 años.
Esconde sus inseguridades tras una fachada hosca y engreída. 
Como otros de su edad y condición, vive para los fines de semana y se esfuerza en ser mediocre,
entristeciendo a sus padres y tiñendo de gris sus cabellos.
Pero, si pudieras verlo cuando duerme, veríais la verdad, un rostro perfecto y pecoso, enmarcado por un mechón rebelde.
Veríais al niño que en una ocasión obligó a su padre a dejar de cortar el césped para rescatar a una flor.
Puede que lo oigáis gritar prepotentes amenazas a sus contrarios, cuando juega al baloncesto.
Vomita estadísticas sobre equipos y jugadores,con una mirada de sabelotodo en los ojos.
Los bíceps que él se ve en el espejo son dos veces mayores que los que ve el resto del mundo.
Pero si pudierais verlo cuando duerme, veríais al niño flacucho al que siempre escogían el último en los equipos.
Veríais unos ojos que idolatraban a los héroes del deporte, como su papá.
Veríais grandes aspiraciones en un niño pequeño.
Ahora quizá lo conozcáis como un seguro y voluble conquistador, un Casanova adolescente, cuyo mayor sueño es ligar.
De hecho, en cualquier momento podéis oírle exclamar: “¡Qué tía tan buena!”.
Pero si pudierais verlo cuando duerme, veríais al debilucho del barrio, capaz de defender a sus hermanas hasta la muerte.
Veríais unas manitas sucias que se alegraban de estar entre las de su madre.
Hoy justifica su comportamiento como el de “un chico normal”.
Alega que es como los demás, pero yo sé más que él.
Lo he visto como en realidad es, cuando duerme.
Fuente:
Sopa de Pollo para el Alma de los Padres.