Judios y Gentiles
No importa dónde o cuándo uno viva, el mundo parece dividir­se en contrastantes categorías de personas con, por lo menos, cierto grado de hostilidad entre ellas. Podría ser blancos contra personas de color, jóvenes versus mayores, capitalistas versus comunistas, oriente contra occidente, homosexuales versus heterosexuales, cris­tianos versus musulmanes, israelíes versus palestinos; y estoy seguro de que podríamos añadir más categorías contrastantes a la lista. La gente siempre parece dividir el mundo humano en diversos grupos, dando preferencia al grupo propio.
Cuando Pablo vivía en el primer siglo, la división que él mejor co­nocía era la que había entre judíos y gentiles, y existía un nivel signifi­cativo de hostilidad entre ambos. En la vida posterior de Pablo, él pudo hablar de una "barrera" o "pared intermedia de separación" que existía entre judíos y gentiles (Efe. 2:14). No es difícil encontrar cierta retórica del siglo I que confirman la existencia de esa pared.
En la Mishnah, que se escribió alrededor del 190 d.C, se presentan tradiciones que los rabíes habían pasado oralmente a lo largo de los siglos y donde los gentiles no aparecen muy favorecidos. Por ejemplo, en Gittin 2:5 leemos: "Todos están habilitados para presentar un pedido de divor­cio, excepto un sordomudo, un imbécil, un menor, un ciego o un gentil".1 Los judíos consideraban a los gentiles como impuros y no les estaba per­mitido comer con ellos. Vemos esto dentro del mismo Nuevo Testamento, en el comentario que Pedro dirigió a Cornelio y su casa: "Vosotros sabéis cuan abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un ex­tranjero" (Hech. 10:28). En realidad, algunos judíos malinterpretaban sus leyes de alimentación como un recordativo de que los judíos no debían asociarse con personas impuras como los gentiles.2
Del otro lado de la moneda, los escritos gentiles contienen mucha retórica y rumores antijudíos. El historiador romano Tácito menciona que los judíos fueron expulsados de Egipto en el tiempo del éxodo por­que tenían una terrible enfermedad que desfiguraba el cuerpo. Dijo que en su tiempo (fines del siglo I d.C.) los judíos enseñaban y practicaban todas las cosas que los demás pueblos consideraban las más perversas, repugnantes y degradantes.3 En Contra Apión, Josefo trató de disipar los rumores que el escritor antisemita Apión había iniciado al atribuir prácticas horribles a los judíos. Una de las más aberrantes era que cada año, en el Día de la Expiación, los judíos secuestraban a un gentil a quien engordaban con banquetes suntuosos, pues el día después del de la Expiación lo sacrificaban y se lo comían.
Esta hostilidad no era la regla en todas partes. Muchos judíos y gentiles coexistían con buena disposición mutua. Pero a menudo había una corriente disimulada de sospechas que se alimentaba con rumores e insinuaciones.Y Pablo creció en medio de esto, con un pie en el mun­do judaico y el otro pie en el mundo gentil.

La misión de Pablo a los gentiles

Por supuesto, Pablo era judío. Se identificó como judío toda su vida. En un momento de su juventud fue a Jerusalén para estudiar la forma estricta de judaismo practicada por los fariseos. Aun mucho después que aceptara a Jesús como su Salvador, Señor y Mesías, todavía dejaba en claro que era judío. Nota el"pedigrí"que exhibió en Filipenses 3:5,6:"Cir-cuncidado al 'octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, he­breo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible".
En Romanos 9:1 al 4 mostró cuan importante era su pueblo para él aun después de su conversión: "Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, sc|).iiad()de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne; que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, i-l | Nido, la promulgación de la ley, el culto y las promesas".
Y en Romanos 11:1 pregunta si Dios había desechado a su pueblo, y responde a la pregunta afirmando que él mismo es judío:"Digo, pues: ¿I la desechado Dios a su pueblo? ¡Absolutamente no! Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benja­mín".4 De modo que no hay dudas acerca de que Pablo era judío.
Por otro lado Pablo creció con por lo menos uno de sus pies parcial­mente en el mundo gentil. Nacido en Tarso, una ciudad gentil de Cilicia (Hech. 21:39; 22:3) que tenía un anfiteatro donde se realizaban todos los eventos deportivos griegos, a Pablo parece resultarle familiar ese am­biente. Mientras Jesús contaba historias acerca de agricultores que salían a sembrar semillas y de pescadores con sus redes, Pablo usó analogías acerca de combates de boxeo y eventos deportivos en pista (ver 1 Cor. 9:24-27; Fil. 3:13, 14). No sabemos cómo o cuándo llegó a ser ciudada­no romano, pero Hechos sugiere que se enorgullecía de serlo (ver Hech. 16:37; 22:25-29). Pareció gozarse haciendo saber a las autoridades que lo maltrataron que habían maltratado a un ciudadano romano.
Dios eligió a esta persona activa, familiarizada tanto con el mundo judío como con el mundo gentil, para ser su instrumento escogido para derribar la pared que había entre ellos y reunir ambos mundos. De esto realmente se trató el incidente en el camino a Damasco. Generalmente pensamos de esto como la conversión de Pablo al cristianismo, pero es mucho más; fue su llamado, o comisión, para llegar a ser el apóstol a los gentiles. Esta historia es tan importante que se cuenta tres veces en Hechos: en los capítulos 9, 22 y 26. La misión de Pablo a los gentiles se enfatiza cada vez que se la cuenta. En Hechos 9:15 se le dice a Ananías que vaya a encontrarse con Pablo a pesar de los rumores que ha oído acerca de él. Dios le dice:"Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel". En Hechos 22:21 el Señor le dice a Pablo:"Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles"; y en Hechos 26:17 y 18 le asegura: "Li­brándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados".
Tanto en Calatas como en Romanos, Pablo se identifica como un apóstol a los gentiles (Gal. 1:16, 21; Rom. 11:13; 15:16). Su misión es­pecífica era llevar el evangelio a los gentiles y unir a los judíos con los gentiles. El enfoque de esta tarea era multidimensional. Una dimensión era evangelizadora, otra era política, y otra más era teológica.
Antes de examinar cada uno de estos aspectos del ministerio de Pa­blo, deberíamos decir una palabra acerca del concepto mismo de ser un apóstol. De acuerdo con Hechos 1:21, un apóstol tenía que haber estado con Jesús y haber sido un testigo de su resurrección. Sería fácil para los adversarios de Pablo desacreditar su apostolado señalando la cronología. Si él todavía perseguía a los cristianos mucho después de la ascensión de Jesús, ¿cómo podría satisfacer los criterios de ser un apóstol?
La respuesta de Pablo era que el Jesús resucitado se le había apa­recido en el camino a Damasco para comisionarlo como apóstol con un propósito especial: apóstol a los gentiles. El admitió que esta aparición no se produjo en el momento oportuno; él era como un "abortivo" (1 Cor. 15:8), un término que podría referirse a un nacimiento prematuro o a uno posterior al tiempo correcto. Pero aunque la comisión de Pablo no se produjo al mismo tiempo que la de los otros, la aparición de Cristo a él no fue menos real que la que experimentaron los demás apóstoles. Note lo que escribió en 1 Corintios 15:3 al 8:
"Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo ["como a uno nacido fuera de tiempo", NVTJ, me apareció a mí".

Pablo, el apóstol evangelizador

El distintivo más obvio del apostolado de Pablo a los gentiles fue su predicación evangelizadora entre ellos. Viajó por toda el Asia Menor y parte de Europa predicando el evangelio de ciudad en ciudad, sufriendo azotes y cárcel a menudo. De hecho, él pudo decir: "Desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo" (Rom. 15:19).
Sabemos del ministerio evangelizador de Pablo por el libro de los Hechos, que bosqueja sus viajes misioneros, y por sus cartas, que cuentan de su predicación en diversas congregaciones, y de su contacto continuo con ellos al escribirles. Era no sólo un predicador evangelista sino también un pastor, de modo que quería saber cómo sus conversos estaban creciendo en su caminar con Dios.
A menudo cuando Pablo entraba en una ciudad, sus primeros con­versos procedían de un grupo de personas Uamadas"temerosos de Dios". Estos eran gentiles que habían sido atraídos a la religión judía por su mo­noteísmo y elevados ideales éticos, pero que realmente no habían llegado a ser conversos judíos. Eran personas que no estaban satisfechas con la religión pagana y, por tanto, estaban maduras para el evangelio (ver, por ejemplo, Hech. 17:4). Siendo que este es el aspecto más obvio del minis­terio de Pablo a los gentiles, necesita poca atención.

Pablo, el apóstol político

Pablo fue un apóstol político a los gentiles. Por"político"no me es­toy refiriendo a la política secular, sino al proceso de establecer las es­tructuras organizativas de la iglesia. Pablo no sólo llevó el evangelio a los gentiles por medio de su predicación, sino que también se esforzó por incluir a los gentiles en el proceso de la organización de la iglesia. Una manera de hacerlo fue participando en el concilio de la iglesia realizado en Jerusalén alrededor del año 49 d.C.
Tenemos dos informes de este concilio: uno dado por Lucas en He­chos 15 y el otro por Pablo en Gálatas 2. Aunque en ambos relatos existen unos pocos elementos que no concuerdan del todo, la esencia del problema y la decisión son claros en ambos. La controversia comenzó cuando algunos cristianos fueron a Antioquia y desafiaron la práctica de Pablo de bautizar a gentiles no circuncidados (Hech. 15:1; Gal. 2:4). Ambos informes concuerdan en la decisión de los apóstoles de apoyar la práctica de Pablo de bautizar a gentiles sin exigirles la circuncisión. En Gálatas, Pablo añade que él y Bernabé llevaron consigo a Tito, un cristiano no circuncidado, como evidencia y demostración de cómo era un cristiano gentil. Tito no fue obligado a circuncidarse.
Este concilio tuvo un impacto importante en la iglesia primitiva, y la participación de Pablo fue crucial para el resultado. El problema real era si las personas debían llegar a ser judíos antes de poder ser cristianos. En otras palabras: si la fe cristiana estaba abierta a todos, o sólo abierta a los judíos. Los adversarios de Pablo en la iglesia habrían permitido que los gentiles se unieran a la iglesia pero sólo si primero llegaban a ser judíos. De modo que, si los adversarios de Pablo hubiesen tenido éxito, el evangelio habría sido sólo para los judíos. En esencia, los gentiles tendrían que haberse convertido al judaismo antes de ser incluidos en el cuerpo de Cristo.
Sin embargo, no fue sólo por su participación en el concilio de la iglesia que Pablo procuró abrir el camino para que judíos y gentiles se unieran dentro de la iglesia. La colecta que tomó entre los gentiles para los santos pobres de Jerusalén era un intento político, o práctico, para que los dos grupos -judíos y gentiles- se unieran en Cristo. De acuerdo con Pablo, se le había pedido hacer esto en el Concilio de Jerusalén (ver Gal. 2:10). Pero también indica que él estaba ansioso por hacerlo.
La base teológica de la colecta se ve en lo siguiente: "Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres que hay entre los santos que están en Jerusalén. Pues les pareció bueno, y son deudo­res a ellos; porque si los gentiles han sido hechos participantes de sus bienes espirituales, deben también ellos ministrarles de los materiales. Así que, cuando haya concluido esto, y les haya entregado este fruto, pasaré entre vosotros rumbo a España" (Rom. 15:26-28).
La bendición del evangelio se originó entre los judíos. Pero los judios en Jerusalén, incluyendo los judíos cristianos, eran pobres, mien­tras que los gentiles a los que Pablo predicó en las ciudades del Imperio Romano eran mucho más ricos. Este compartir mutuo de bendiciones era un símbolo visible de la nueva unidad que los judíos y los genti­les encontraron en Cristo. Su importancia para Pablo puede verse en 2 Corintios 8 y 9, donde él estimula a los corintios a dar para esta causa, y en su disposición a viajar él mismo hasta Jerusalén, desde Corinto, para llevar esa ofrenda a los santos pobres aun cuando él deseaba viajar en la dirección opuesta, a Roma.
Pablo sabía que el cristianismo podría fácilmente haberse dividido en dos comunidades: una iglesia cristiana judía y otra iglesia cristiana gentil. Su convicción de que Dios deseaba que la iglesia fuera una sola, en la cual tanto judíos como gentiles vivieran juntos en paz, lo impulsa­ba a trabajar en forma política como apóstol de los gentiles.

Pablo, el apóstol teológico a los gentiles

Finalmente, Pablo actuó como un teólogo al pensar en el mensaje de salvación para todos, tanto judíos como gentiles. Más tarde en este libro exploraremos su enseñanza de la justificación por la fe, o la salva­ción por la gracia mediante la fe. Generalmente pensamos que esta doc­trina tiene que ver con la salvación personal, donde la pregunta esencial es: ¿Cómo puedo ser salvo? Sin embargo, aun cuando para Pablo esto es una parte muy importante del análisis, no es realmente de lo que trata la doctrina de la salvación por la fe. Pablo está más preocupado con una pregunta más amplia: ¿Cómo puede Dios salvar tanto a judíos como a gentiles? La doctrina de la justificación por la fe pone a todos los seres humanos sobre la misma base, y por tanto permite que todos sean in­cluidos igualmente en la gracia de Dios.
Todos hemos pecado, y estamos destituidos de la gloria de Dios, pero también todos hemos sido llamados por la gracia de Dios. Si la salvación está basada en la gracia de Dios en vez de serlo en los esfuer­zos humanos o sus logros, entonces Dios es un Salvador que da opor­tunidades iguales a todos. Las palabras todo y cada uno son dos de los términos teológicos más importantes en Romanos. La oración rea], que es la tesis del libro, se encuentra en el capítulo l:16:"Porque no me aver­güenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego". El evange­lio es para cada uno: judíos y gentiles. Esta universalidad del mensaje evangélico para todos impulsa el pensamiento teológico de Pablo. Si consideramos sólo el tema de la salvación personal, entendemos mal el verdadero centro del mensaje de Pablo. Que Dios otorgue salvación por gracia por medio de la fe aparte de las obras de la ley significa que el propósito de Dios es tener "misericordia de todos" (Rom. 11:32).
La teología de Pablo tiene implicancias prácticas para la conducta cristiana y la estrategia misionera. Con respecto a la conducta personal, si el propósito de Dios es tener misericordia de todos, entonces los cris­tianos deberían vivir una vida de misericordia: vivir, en lo que depende del creyente, en paz con todos (Rom. 12:18). Los cristianos han de dar la bienvenida a los demás aun cuando estén en desacuerdo acerca de prácticas y normas específicas (15:7). La gracia de Dios es un modelo para nuestra gracia.
Con respecto a la estrategia misionera, la teología de Pablo signi­fica que él llegará a ser todas las cosas para todos con el fin de salvar a algunos (1 Cor. 9:19-23). A los judíos llegará a ser como judío, aunque él no estará realmente bajo la ley. A los gentiles será como gentil, aunque siempre recordará que está ligado a la ley de Cristo. Esto puede conducir a algunos a pensar que Pablo es inconsistente, pero esta aparente falta de consistencia es parte de una fidelidad más amplia, al principio, que él aplicará a todas las personas. Así, por ejemplo, en el concilio de Jerusa­lén él no cedió ni por un segundo a los que demandaban la circuncisión de Tito (Gal. 2:1-5). No obstante, cuando Timoteo se unió a Pablo hacia el comienzo del segundo viaje misionero, Pablo lo hizo circuncidar en vez de permitir q»e fuera una piedra de tropiezo para los judíos (Hech. 16:1-3). Estas decisiones diferentes podrían parecer inconsistentes, pero ambas están arraigadas en el mensaje general de Pablo de misericordia para todos.
Así vemos en Pablo un ministerio multidimensional con un centro principal. Dios tiene un plan nuevo para atraer, tanto a judíos como a gentiles, a una comunidad nueva en la cual los muros de hostilidad entre ellos se derriben y ambos puedan vivir juntos en la comunidad de paz de Dios.