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Guía práctica de Abigail para gestionar una crisis
  • Escuchar: Muchas crisis se pueden evitar perfectamente escuchando. Lo ideal es contar con un grupo de personas que nos hablen con sin­ceridad. Esta red de personas no tiene que limitarse a nuestros ami­gos o compañeros. Debemos escuchar a todo el mundo. Personal­mente, creo que mis siervos son muy útiles. Seamos asequibles. Per­mitamos que la gente hable sin interrumpirla.
  • Definir el problema: en tiempos de crisis, definir racionalmente el problema puede ser difícil, pero es esencial para nuestra superviven­cia. En mi caso me di cuenta de que la amenaza para mi casa se ba­saba en que David y sus hombres necesitaban comida y que habían insultado a David.
  • Aprovechar nuestros recursos: Una cosa importante que debemos tener en cuenta ante una crisis es el tiempo del que disponemos. Tenemos que ver con qué contamos para afrontarla. Por lo general, no hay tiem­po suficiente para solicitar provisiones o conseguir ayuda de fuentes ex­ternas. Tenemos que arreglárnosla con lo que tenemos, tanto física co­mo emocionalmente. Aunque es imposible disponer de todos los re­cursos necesarios para cualquier urgencia, es inteligente mantener lo básico. Mantengámonos en forma física con ejercicio y siguiendo una dieta saludable. Mantengámonos espiritualmente en forma me­diante la oración y la adoración regulares. Memorizar las Escrituras será uno de nuestros mejores recursos en tiempo de crisis. Para afron­tar mi crisis yo tuve pan, vino, ovejas, trigo, uvas e higos que pude dar­les a los hombres de David.
  • Diseñar un plan: Si es necesario, no dudemos en tomar la iniciativa y las riendas de la situación. No permitamos que las costumbres so­ciales se interpongan en nuestro camino. En mi cultura, una mujer no suele dirigir una misión de rescate. Pero claro, estos no son tiem­pos para luchar contra el status quo ni hacer de ello una causa de en­tren la miento. Aunque tengamos razón, en tiempos de crisis es mejor ser humildes y flexibles, y permitir que Dios nos utilice.
  • Tener una perspectiva más amplia: Durante una crisis es fácil que nos concentremos en el problema y en nuestras propias deficiencias, pe -ro como hijos de Dios, una crisis puede sacudirnos y alejarnos del mundo, ayudándonos a ver nuestra vida desde el punto de vista de Dios. Intentemos ver el problema desde la perspectiva divina y pro­curemos que todos los que estén involucrados vean las consecuen­cias y las posibilidades.
  • Tomar un tiempo para analizar: Una vez que haya pasado la crisis, tomemos un tiempo para analizar la situación (si es posible, con quienes hayan intervenido) y aprender de la experiencia. Necesita­remos tacto para escoger el momento preciso para el análisis. Yo tu -ve que esperar hasta el día siguiente para explicarle a mi esposo lo que había ocurrido.
  • Lo que debemos evitar: Durante una crisis o el análisis de la misma, evitemos culpar, acusar o amenazar a los demás.
Vengan de donde vengan las crisis, Dios quiere que las usemos para crecer y aprender de él.
Personajes
Abigail: Su nombre se podría traducir como «mi padre se alegra», tal vez por la alegría que significó su nacimiento para su familia. Abigail es presentada en la narración bíblica como la esposa de Nabal, el cale-bita (1 Samuel 25:3). Se la describe como una persona sabia, lo que se demuestra en sus rápidas acciones y su evaluación de la situación en que se encontraban David y sus hombres.
Tras el repentino menosprecio de su «insensato» esposo Nabal, Abigail se convierte en la esposa de David, y en los siguientes capítulos se la menciona varias veces con Ahinoam el jirzreelita (1 Samuel 27:3). Ambas esposas de David son capturadas por los ladrones amalecitas (1 Samuel 30:5). Más tarde, David y sus hombres las liberan en el transcurso de una espectacular operación de rescate (1 Samuel 30:18). Después que Judá corona a David en Hebrón, Abigail da a luz al segundo hijo de David, Quileab (2 Samuel 3:3). Ni Abigail ni su hijo son mencionados de nuevo tras el periodo de Hebrón. Es probable que murieran durante esos años.
Nabal: En su caso, el refrán latino: «Nomen est ornen» (El nombre pre­destina) es una triste realidad. Nabal significa «necio» y la necedad, em­parejada con la rudeza, parecen ser unos de sus principales rasgos de carácter, al menos según la corta descripción que se hace de él en 1 Sa­muel 25. Nabal es calebita, es decir, pertenece al clan fundado por Ca­leb. Como rico ganadero dueño de muchas ovejas, vive en Maón y es­quila sus rebaños alrededor de la población de Carmel. No se mencio­na que él y Abigail tuvieran hijos. Mientras Nabal come y se emborra­cha (1 Samuel 25:23-26), su esposa le salva la vida organizando una de­legación que llevara provisiones a David y sus hombres.
David: Aunque no se da ninguna referencia específica de tiempo, la persecución desatada por Saúl contra David ocupa un espacio signifi­cativo en 1 Samuel y cubre más de un tercio de todo el libro. En la vi­da de David es un periodo de formación, y los altibajos y la incertidumbre de su vida personal son un reflejo de la naturaleza inestable del «estado» israelita en sus comienzos, debido a las tensiones externas e internas. Mientras Saúl está cada vez más obsesionado por asegurarse el trono eliminando a David, este último es descrito como el protector de las poblaciones y las comunidades expuestas a la amenaza filistea (en 1 Samuel 23, David salva a Keila y en el capítulo 25 salva a Nabal y a toda su casa).
En todas sus pruebas, David tiene que cuidar mucho en quién de­posita su confianza. La lealtad no siempre es clara y a menudo cambia según la realidad política del territorio. En 1 Samuel 23, David libera a Keila, pero cuando se enfrenta a la posibilidad de que Saúl asalte la ciudad, David descubre que los vecinos de Keila planean entregarlo (1 Samuel 23:12). Esto es típico de las comunidades tribales carentes de una identidad nacional clara y un poder central fuerte. Ante los insultos de Nabal, la reacción de David es comprensible e incluso justificable, pero en 1 Samuel 25:26-28, Abigail destaca que como rey David tiene que poner a un lado el orgullo personal y de clan y contemplar una realidad nacional mayor. Él también tiene que permitir que el Señor luche sus batallas.
Información sobre el contexto
El capítulo que detalla la emocionante historia de David, Naba1 y Abigail se encuentra ubicado entre dos capítulos que aluden a la grandeza de David. Dos veces había él perdonado ya la vida de Saúl. En 1 Samuel 24, David corta una punta del manto de Saúl (versículo 4) mientras el rey israelita se aparta para «hacer sus necesidades» en una cueva en la que se ocultaban David y sus hombres. En 1 Samuel 26: 8-12, David y Abisai no sucumben a la tentación de matar a Saúl con su propia lanza. Por un azar de las circunstancias, el cazado de repente se convierte en cazador. En ambas historias David destaca la santidad del ungido del Señor, a pesar de que cortar la punta del manto no era un acto tan inocente, como podría pensarlo un lector del siglo XXI. Al parecer, David reconoce esto e inmediatamente se arrepiente de sus actos (1 Samuel 24:5-7). El autor suizo Gottfried Keller escribió una vez que la ropa ha­ce a la persona («Kleider machen Leute»). Sin embargo, en el antiguo Oriente Próximo se pensaba que la ropa era de hecho equivalente a la persona misma. En Mesopotamia, el borde de la indumentaria de un individuo podía usarse como un medio de certificación en caso de que este estuviera ausente.
En medio de estas dos historias encontramos el triángulo de David, Nabal y Abigail, esta historia retrata de manera realista a un David, no como un santo (en el sentido más común del término), sino como una persona que a veces puede reaccionar de manera emocional y errónea cuando se dan las circunstancias idóneas o equivocadas. En otras palabras, David se parece a nosotros.
La descripción de las propiedades de Nabal no lo muestran como un pobre campesino que lucha por sobrevivir, sino como un terrateniente rico (mil cabras y tres mil ovejas era una fortuna considerable). Tal como se ha demostrado en los capítulos anteriores, David y sus seis­cientos hombres estaban constantemente en movimiento. Durante la temporada de la esquila, David envió a diez jóvenes al rico terratenien­te para pedirle un regalo de reconocimiento por la protección que los hombres de David habían proporcionado a los de Nabal en la tempo­rada anterior. La petición de David no debe ser vista como una cuota al estilo mañoso a cambio de protección. Esta sencillamente pone de ma­nifiesto el importante sistema de patrocinio en el que el más poderoso protege al más débil, y a cambio espera la benevolencia y el reconoci­miento de quien recibe la protección. El mensaje original enviado a Nabal (1 Samuel 25:6) deja claro el respeto de David por el terrateniente (así como, muy probablemente, por otros en el vecindario).
Acción
En una sociedad en la que no existe un poder central, algunos pode­rosos aprovechan el vacío de poder para proveer servicios básicos como protección contra bandas de forajidos, enemigos tribales o animales salvajes. Parece ser que David proporcionaba un servicio parecido a la comunidad de Maón, situada en Judá, a unos diez kilómetros al sur de Hebrón (Josué 15:55).
El capítulo comienza con una declaración sorprendente, aparente­mente sin relación con la historia que le sigue: Samuel había muerto y todo Israel se había reunido para llorar en Rama (1 Samuel 25:1). Lo cierto es que sí existe un vínculo directo, ya que la muerte de Samuel marca el final de una era, y la culminación de lo que fue un periodo al menos con cierta estabilidad y coherencia. La muerte de Samuel tam­bién da paso al endurecimiento de la disputa entre Saúl y David, por lo que David vuelve a ponerse en acción.
Este comunica respetuosamente su petición de «tributo» a Nabal por medio de diez jóvenes. La respuesta de Nabal no solo es ofensiva, sino que suena como un nuevo rebelde antidavídico (2 Samuel 20:1). Su pre­gunta retórica («¿Quién es David?» [1 Samuel 25:10]) es un rechazo for­mal del pacto acordado, a la vez que un claro intento de hacer que David «perdiera el prestigio», tan importante en las culturas orientales. David, al menos en la mente de Nabal, es solo un prófugo de Saúl con delirios de grandeza y nada más. Con toda certeza debió pasar por alto al ejército de seiscientos hombres al mando de David o quizá se sintió lo suficientemente fuerte como para mantenerlos a raya.
La respuesta de David es inmediata. Dos tercios de sus tropas se pre­paran para la batalla, mientras que el resto protege las provisiones. El versículo 14 establece un cambio en la perspectiva de la narración. En lugar de enfocarse en los hombres que intervienen, Abigail entra en es­cena y acapara el protagonismo. Un siervo sin nombre informa a Abi­gail de la descortesía de Nabal (lo que confirma nuestra sospecha de que la respuesta de Nabal se podía interpretar fácilmente como lo que pretendía ser, un insulto) y le habla de la fidelidad de los hombres de David durante la temporada anterior. Resulta curioso que el informa­dor anónimo se siente autorizado para catalogar a Nabal ante su mujer como un hombre «perverso» sin que medie una reprimenda de parte de ella (versículo 17).
Abigail no pierde tiempo y rápidamente echa mano de lo que en­cuentra en sus graneros y almacenes, que estaban repletos con las pro­visiones destinadas a la gran fiesta de la cosecha y al invierno. Inmedia­tamente envía delante a los siervos y las bestias de carga con la genero­sa provisión de alimentos (de modo similar a como lo hizo Jacob en Génesis 32:13-21), se monta en una muía y se dirige directamente a la bo­ca del león. Con este acto heroico, Abigail impide que David actúe de manera precipitada, lo que habría causado un derramamiento de san­gre. Es imposible sobreestimar la acción de Abigail. A pesar de ser mu­jer, no solo negocia directamente con otro hombre, sino que lo hace con uno cuyos seguidores están armados hasta los dientes y dispuestos a entrar en acción. Nótese, sin embargo, que la mayor parte de la acción descrita en 1 Samuel 25 hace referencia a las palabras y no a los actos.
El plan de Abigail funcionó. David incluso reconoció la astucia de Abigail.
En profundidad
En esta sección estudiaremos más a fondo el discurso de Abigail a David. Pero volvamos primero a Nabal. Sabemos que Nabal era descen­diente de Caleb, pero que era muy distinto a su generoso ancestro, el cual no solo le dio tierras a su hija, sino que le hizo cesión de unas fuentes extremadamente valiosas (Josué 15:19). Lo único que David pi­de aquí son unas provisiones durante la temporada de esquila, en la que Nabal tenía mucho que ganar.
Aunque la ira de David por haber sido insultado y humillado es comprensible, su impulsiva respuesta parece extemporánea y más pro­pia de Saúl. Dios usa a Abigail para hacer que David recupere el sentido común y evite el gravísimo error de incurrir en delito de sangre.
Imaginemos la sorpresa de David cuando él y sus hombres dan la vuelta a una esquina del camino y se encuentran una hilera de muías cargadas con alimentos, tiradas por algunos siervos y una mujer, la cual inmediatamente le presenta sus respetos postrándose ante él. El autor bíblico repite la acción de postración en 1 Samuel 25:23, 24. Su pos­tración representa algo más que un saludo sumiso. Aunque Nabal pre­guntó: «¿Quién es David?» (1 Samuel 25:10), Abigail lo trata como el un­gido de Dios, a pesar de que este no se está comportando como tal en ese momento. En las primeras palabras de su discurso, Abigail deja cla­ro que está dispuesta a cargar con la culpa. A diferencia de David, que se irritó ante el insulto infundado, ella está dispuesta a aceptar las con­secuencias de los actos de su insensato y desdeñoso esposo.
Entonces hace algo que nos resulta inesperado. Intenta que David vea a Nabal con otros ojos. El versículo 25 explica que el comporta­miento insultante de Nabal no iba dirigido específicamente a David, si­no que era un mero reflejo de su naturaleza mezquina y egoísta. Abigail le pide a David que mire más allá de lo que es obvio y que vea a Nabal como alguien que merece que se apiaden de él. Pone a un lado sus in­tereses personales y procede a ayudarlo. Abigail pudo haber visto esta amenaza a la vida de Nabal como una oportunidad para deshacerse de él y recuperar su «libertad». Pero en lugar de eso, prefiere identificarse con él e interceder por su vida miserable.
El mundo de Abigail y David no difería mucho del nuestro, en el sentido de que cuando las cosas salían bien, todos estaban ansiosos por recibir los halagos; pero cuando salían mal, lo primero que hacían era tratar de salvar su pellejo. Sin embargo, en el versículo 25 vemos que Abigail está dispuesta a aceptar las consecuencias de las malas ac­ciones de su esposo, y en el versículo 26 alaba a Dios por detener la matanza antes que enorgullecerse por su rápida reacción. Tener una relación estrecha con Dios puede hacernos sentir tan seguros, que no tenemos la necesidad de preocupamos por nosotros mismos, sino más bien por lo que los otros puedan pensar o decir.
En el versículo 28 Abigail le pide a David que ignore el insulto, y con mucho tacto le comenta dos cosas. En primer lugar, le recuerda que él lucha las batallas del Señor. Antes de que ocurriera este incidente, David tenía el hábito de pedir la dirección de Dios al llevar a cabo cual­quier acción militar (1 Samuel 23:2). Esta vez no hubo oraciones pidien­do a Dios que lo guiase al iniciar la marcha hacia la casa de Nabal. La importancia de buscar la voluntad de Dios de manera continua y activa en nuestra vida no puede ser subestimada. En un momento de crisis es muy fácil tomar una decisión equivocada que pueda tener consecuen­cias permanentes. En segundo lugar, Abigail exhorta a David a que pien­se en el futuro y evalúe sus acciones a la luz de una perspectiva más am­plia. En su afirmación: «No vendrá mal sobre ti en todos tus días» (versículo 28), Abigail obviamente está evaluando su carácter a la luz de su futura po­sición como rey. ¿Qué clase de rey sería si exterminara a todos los que no le gustan? ¿Qué lo diferenciaría de Saúl, quien asesinó a todo aquel que sentía que lo amenazaba?
En el versículo 29, Abigail se centra nuevamente en la perspectiva más amplia. En el idioma hebreo, la persona a la que se refiere es iden­tificada simplemente con un «alguien». Sin embargo, es claro que tanto Abigail como David saben que está hablando de Saúl. Ella le pide a David que recuerde cómo Dios lo dirigió en el pasado. Esto le dará la perspectiva correcta para la situación actual y esperanza para el futuro. En un mundo en el que no existían los cierres de cremallera, las mone­das se depositaban en pequeños paquetes que se colgaban del cinturón. Esta es una hermosa ilustración de la seguridad del cuidado que Dios tenía por David y que también tiene por nosotros. La segunda imagen debió evocar a David su juventud, cuando practicaba tiro con una hon­da mientras pastoreaba las ovejas. El objetivo de su práctica no era que las piedras cayeran cerca, sino lanzarlas lo más lejos posible.
En la última parte del discurso de Abigail, en el versículo 30, ella muestra una fe absoluta en las promesas de Dios. Aunque la promesa fue hecha a David, ella está absolutamente segura de que Dios la cum­plirá. Para Abigail, la cuestión no es si David será rey, sino cuándo será.
En el versículo 31 Abigail le recuerda a David que no hay una carga más difícil de soportar que una conciencia culpable. Quizás ella misma ha presenciado en su esposo algunos de los resultados de vivir con una mala conciencia. Sabemos por la historia posterior de David cuan cierta es esta afirmación. Mientras él se mantuvo cerca de Dios y anduvo en sus caminos, el poder de su reino aumentó. Por el contrario, después que pecó con Betsabé, todo fue de mal en peor. Incluso después de ha­berse arrepentido sinceramente, las cosas nunca volvieron a ser iguales.
En la última parte del discurso, cuando Abigail le pide a David que se acuerde de ella, pareciera como si le estuviera pidiendo un favor es­pecial para cuando se convierta en rey. Viniendo de una Abigail gene­rosa y desinteresada, esto puede parecer un tanto extraño. En la prácti­ca, no había mucho que un rey pudiera hacer por la esposa de un hom­bre rico. Por lo tanto, lo que Abigail parece estar diciendo es que ella está tan segura de que todo ocurrirá como ella dice, que quisiera formar parte de ello. De la misma manera, al pedirle a Jesús que se acordara de él, el ladrón expresó su fe mientras colgaba de la cruz. Consolar a los demás cuando se encuentran en una situación difícil o peligrosa y recordarles que Dios los guiará es fácil, pero, ¿estamos dispuestos a de­sempeñar un papel activo en la solución?
Respuestas
No podemos leer la historia de Abigail y David sin considerar el fi­nal. Abigail es enviada a David y se convierte en su segunda esposa (o la tercera, si contamos a Mical, la primera esposa de David e hija de Saúl, que había sido dada a Paltiel). Sería bueno dar un vistazo a la his­toria desde la perspectiva cultural de la época, en la que el matrimonio con más de una esposa era un símbolo de estatus social. Al parecer, to­dos los reyes del entorno tenían harenes, y que incluso el propio rey Saúl tuvo varias concubinas. Dada la alta tasa de mortalidad infantil, esta también pudo haber sido una manera de asegurar la supervivencia de un heredero.
En el caso de Abigail, es posible que David hiciera ese gesto como un medio para protegerla y proporcionarle un hogar seguro. Aunque la Biblia no dice nada de manera implícita contra la práctica de desposarse con más de una mujer, constantemente nos recuerda los dolores de cabeza, el sufrimiento y los resultados negativos de las familias polígamas, a la vez que enaltece el ideal de un hombre y una mujer unidos tan es­trechamente que llegan a ser «una sola carne» (Génesis 2:24).
Para Abigail, la vida después de casarse con David fue cualquier cosa menos el final feliz que estamos acostumbrado a ver en las películas de cine. Ella también tuvo que huir constantemente del rey Saúl. En Siclag, los amalecitas capturaron a Abigail y las familias de otros hom­bres. Más tarde fue rescatada. A partir de ese momento Abigail desapa­rece de la narración bíblica. Todos esperaríamos ver a esta bella e inteli­gente mujer junto al rey David desempeñando un papel importante en el resto de la historia. Sin embargo, se produce un repentino silencio. Lo último que sabemos de Abigail es que tiene un hijo llamado Quileab (2 Samuel 3:3), al cual se lo llama Daniel en algún otro lugar, y que era el segundo en la línea de sucesión al trono por orden de nacimiento; pero tanto ella como su hijo desaparecen del registro.
Muchos eruditos creen que ambos murieron. A causa de las viola­ciones, los asesinatos, los altercados y las rebeliones en que se vieron involucrados los hijos mayores, una muerte prematura no sería de des­cartar. Todas las acciones tienen una reacción. Sin darse cuenta, David estaba estableciendo un modelo para Salomón, quien practicaría la po­ligamia al punto de que sus numerosas esposas y concubinas lo arras­trarían a la idolatría. Jamás se pudo erradicar la idolatría que introdu­jeron las esposas de Salomón, lo que llevó a la división del reino y la desaparición final del reino de Israel. Tal vez a nivel personal debemos reflexionar y analizar algunas de nuestras costumbres modernas a la luz del ideal bíblico.
Reacción
Chantal: Me asombra la conciencia de identidad propia que tenía Abigail. A pesar de que obviamente no recibía el apoyo de su esposo, sino que este más bien tendía a menospreciarla, jamás perdió su sentido de la dignidad. Ella conocía a Dios y encontró su seguridad en él. Esto hizo de ella una mujer proactiva, creativa y con tacto. Como hija de Dios, deseo pedir ese mismo sentido de la dignidad.
Gerald: Debo confesar que me identifico con la respuesta airada de David cuando se tuvo que enfrentar a las palabras insultantes de Nabal. Creo que esta es una de las razones por las que Dios puso en mi vida a mi esposa Chantal, para que me diera sus sabios consejos. La sabiduría de Abigail y su manera de actuar son excelentes recordatorios de que no siempre puedo esperar a que los demás resuelvan sus problemas. Algunas situaciones requerirán un enfoque más proactivo. En tiempos de Abigail, los hombres solían tener la última palabra y se suponía que resolvían sus diferencias sin la colaboración femenina. Me alegra que Abi­gail se haya salido de la norma social, impidiendo así que el futuro rey de Israel se enfrentara a un problema mayor. ¿Asumiría yo el riesgo co­mo lo hizo Abigail?