El las llamas del horno no son para destruir, sino para refinar, ennoblecer y santificar. Sin las pruebas no sentiríamos tanto nuestra necesidad de Dios y de su ayuda; y nos volveríamos orgullosos y llenos de suficiencia propia. En las pruebas que nos sobrevie- nen deberíamos ver las evidencias de que el ojo de Dios está sobre nosotros, y de que tiene la intención de atraernos hacia sí. No son los que están sanos los que necesitan un médico; son los que están oprimidos casi más allá de lo que pueden soportar los que necesitan un Ayudador.
El hecho de que somos llamados a soportar pruebas, es evidencia de que el Señor ve algo muy precioso en nosotros que desea desarrollar. Si no viera en nosotros nada mediante lo cual pudiera glorificar su nombre, no pasaría tiempo refinándonos. No nos esforzamos de manera especial en podar zarzas. Cristo no arroja en su horno piedras sin valor. Es el metal precioso el que él prueba.
El herrero pone el hierro y el acero en el fuego a fin de saber qué clase de metal son. El Señor permite que sus escogidos sean colocados en la a- flicción, con el propósito de saber cuál es su temperamento y si puede moldearlos y labrarlos para su obra.

Dios el Purificador

Puede ser que se necesite mucha labor en la edificación de vuestro carácter, que seáis piedras toscas que necesiten ser labradas y pulidas antes de que puedan llenar un lugar en el templo del Señor. No necesitáis sorprenderos si, con martillo y cincel, Dios corta las esquinas agudas de vuestros caracteres, hasta que estéis preparados para llenar el lugar que tiene para vosotros. Ningún ser humano puede efectuar esta obra. Solamente puede ser realizada por Dios. Y tened la seguridad de que él no dará un solo golpe que no sea útil. Cada golpe es dado con amor, para vuestra felicidad eterna. Conoce vuestros defectos, y trabaja para restaurar no para destruir.
Cuando surgen pruebas que parecen no tener explicación, no debemos dejar que se arruine nuestra paz. No importa cuán injustamente seamos tratados, no permitáis que se enciendan las pasiones. Al complacer un espíritu de venganza, nos hacemos daño a nosotros mismos. Destruímos nuestra propia confianza en Dios, y constristamos al Espíritu Santo. A nuestro lado hay un testigo, un mensajero celestial, quien levantará en nuestro favor una bandera contra el enemigo. Nos encerrará con los bri- llantes rayos del Sol de Justicia. Más allá de esto, Satanás no puede penetrar. No puede pasar este escudo de luz santa.
Mientras progresa la obra de la maldad, ninguno de nosotros se puede halagar a sí mismo pensando que no tendremos dificultades. Pero son esas mismas dificultades las que nos llevan a la sala de audiencias del Altísimo. Podemos pedir consejo de Uno que es infinito en sabiduría. A través del conflicto la vida espiritual es fortalecida. Las pruebas que son soportadas bien desarrollarán una firmeza de carácter al igual que preciosas gracias espirituales. El perfecto fruto de la fe, la mansedumbre y el amor. A menudo maduran en medio de las nubes de tempestad y de las tinieblas.
La Experiencia de Pablo
Pablo fue un hombre quien conocía bien lo que significaba ser un participante de los sufrimientos de Cristo. Su vida fue una de constante actividad, a pesar de que sufrió muchas enfermedades. Fue seguido constantemente por el odio y la malicia de los judíos. Estaban terriblemente amargados en su contra, e hicieron todo lo que estuvo en su poder para obstaculizarlo en su obra. Sin embargo escuchamos su voz resonando a través del tiempo hasta nuestra época: "Porque esta leve tribulación momentánea nos produce, en una medida que sobrepasa toda medida, un eterno peso de gloria; no poniendo nosotros la mira en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas." "Pues considero que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que ha de manifestarse en nosotros." 2 Corintios 4:17–18; Romanos 8:18. Pablo no estimaba en forma demasiado exaltada los privilegios y las ventajas de la vida cristiana.
"Pues considero que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que ha de manifestarse en nosotros."
Pablo dice además: "Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido espíritu de servidumbre para recaer en el temor, sino que habéis recibido espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abbá, Padre!" Versículos 14–15. Una de las lecciones que hemos de aprender en la escuela de Cristo es que el amor del Señor por nosotros es mucho mayor que el de nuestros padres terrenales. Hemos de tener una fe incondicional y una confianza perfecta en él. "El Espíritu mismo da juntamente testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados." Versículos 16–17.
Visiones del Futuro
Se revelan en estos últimos días visiones de gloria futura, escenas des- critas por la mano de Dios; y éstas deberían ser atesoradas por su iglesia. ¿Qué sostuvo al Hijo de Dios en su hora de traición y prueba? —vio el trabajo de su alma, y quedó satisfecho. Captó una visión de la extensión de la etenidad, y vio la felicidad de aquellos quines, a través de su humillación, recibirían perdón y vida eterna. Él fue herido por sus transgresiones, molido por sus pecados; el castigo de su paz fue sobre él, y por sus llagas fueron ellos curados. Su oído captó el grito de los redimidos. Oyó a los redimidos cantando el cántico de Moisés y del Cordero. Debemos tener una visión del futuro, y de la bendición del cielo. Paraos en el umbral de la eternidad y escuchad la bondadosa bienvenida dada a los que en esta vida han cooperado con Cristo, considerando que es un privilegio y un honor sufrir por él. Cuando se unen a los ángeles, arrojan sus coronas a los pies del Redentor, exlamando: "El Cordero que ha sido inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza. . .Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, el honor, la gloria y el dominio, por los siglos de los siglos." Apocalipsis 5:12–13.
"Después de esto miré, y vi una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones, tribus, pueblos y lenguas, que estaban en pie delante del trono y en la presencia del Cordero, cubiertos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y claman a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero." Apocalipsis 7:9–10.
"Estos son los que han venido procedentes de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su santurario; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni ardor alguno; porque el Cordero que están en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos." "Y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor: porque las primeras cosas pasaron". Versículos 14–17; Apocalipsis 21:4.
Signs of the Times, 18 de agosto del 1909.