Todo hacia pensar que no era el mejor momento para viajar. El embarazo de María estaba por llegar a su término, y los efectos extenuantes del viaje podrían afectarla negativamente. Pero el edicto de Augusto Cesar no permitía alternativas; cada habitante del Imperio debía empadronarse en la ciudad de sus antepasados. Así que José y María viajaron desde Nazaret hasta Belén, subiendo y bajando colinas, en un trayecto aproximadamente de ciento cuarenta kilómetros.

La Biblia no registra cuanto tiempo pasó desde su arribo a Belén hasta el nacimiento de Jesús. Solo informa que, “estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento”, y que entonces María acostó al recién nacido en un pesebre, “porque no había lugar para ellos en el mesón” (Luc 2:7). La palabra griega traducida como mesón (katáluma) a un lugar de alojamiento pago o una habitación para huéspedes. ¿Cuál de los dos significados tiene en este texto? Posiblemente ambos. Seguramente la posada debió haber estado totalmente ocupada, especialmente por viajeros que llegaron a Belén para empadronarse, además mercaderes y otro viajeros consuetudinarios. Pero también es probable que José y María hayan tenido muchos parientes en Belén, la ciudad de sus familias paternas, al menos, algunos de ellos debieron haber tenido alguna habitación para visitas. Cuando Lucas escribe que “no había lugar para ellos en el katáluma” discretamente esta informando que, por alguna razón, los familiares de José y María no les dieron lugar en sus hogares. Es natural que José y María hayan buscado todas las opciones posibles, desde el mesón y los hogares de sus familiares hasta las casas de los demás habitantes de Belén.
“Cansados y sin hogar, siguieron en toda su longitud la estrecha calle, desde la puerta de la ciudad hasta el extremo oriental, buscando en vano un lugar donde pasar la noche” (DTG p. 30) Al elegir el katáluma, de sentido amplio, en lugar de pandocheion, que designa específicamente un lugar de alojamiento que se paga, Lucas da a entender lo que ocurrió, sin exponer públicamente a los familiares de José y María. De cualquier manera, cuando María dio a luz a Cristo, el único lugar disponible para ellos era el que normalmente estaba destinado para el albergue de los animales. No sabemos porque “no había lugar para ellos”. Pensar que solo se debía a la cantidad de viajeros parece poco convincente, especialmente al tomar en cuenta que María estaba por dar a luz y que tenía muchos familiares allí. ¿Habrá sido porque los parientes sabían que ella había concebido antes de consumar el matrimonio?
“A los suyos vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:11) el tan esperado descendiente de David no encontró lugar en ninguno de los hogares de la ciudad de su linaje real.
¿Hay lugar para Cristo hoy?
En muchas iglesias y escuelas, cada navidad se representa la historia de Belén. Pero, lamentablemente, también se repite el rechazo de Belén, no en las representaciones que realizan los niños, sino en la actitud de muchas personas. En esta navidad, Cristo sigue buscando un lugar donde estar. Busca hogares y corazones que estén dispuestos a recibirlo. Como antaño comienza con quienes decimos conocerlo.
¿Estamos mas interesados en los regalos y en divertirnos que en Jesús? ¿Esta nuestros corazones llenos de tantas cosas que no tenemos lugar para Él? “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo”, nos dice tiernamente, no lo dejemos afuera, abrámosle la puerta del corazón.

Que en esta navidad, nuestros corazones tengan lugar para Cristo, invitémosle mediante las palabras del himno Nº 273
Tú dejaste tu trono y corona por mí
al venir a Belén a nacer;
mas a ti no fue dado al entrar en mesón,
y en pesebre te hicieron yacer.
Ven a mi corazón. Oh Cristo,
pues en el hay lugar para ti.
Ven a mi corazón. Oh Cristo,
pues en el hay lugar para ti.
Atte.
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