Antes de venir a esta tierra, Jesús era un Gran Rey en el cielo. Era tan grande como Dios, y, sin embargo, amo tanto a los pobres seres humanos de esta tierra que estuvo dispuesto a dejar de lado su regia corona, su hermoso manto, y venir a esta tierra como uno de la familia humana.

No podemos entender como Cristo se hizo un pequeño e indefenso bebe. Él pudo haber venido a la tierra con tal hermosura que se diferenciara totalmente de los hijos de los hombres, su rostro pudo haber sido radiante como la luz y su cuerpo alto y hermoso, pudo haber venido en una forma tal que encantara a los que lo miraran, pero esta no fue la forma en que Dios planeo que apareciera entre los hijos de los hombres. Debía ser semejante a los que pertenecían a la raza humana, y no debía tener tal belleza en su persona que la gente lo señalara como diferente de los demás. Debía venir como miembro de la familia humana y presentarse como un hombre ante el cielo y la tierra. Había venido a tomar el lugar del hombre, a comprometerse a favor del hombre, a pagar la deuda que los pecadores debían. Tenia que vivir una vida pura sobre al tierra y mostrar que Satanás había dicho una falsedad cuando afirmo que la familia humana le pertenecía a él para siempre y que Dios no podía arrancarle a los hombres de sus manos.
Los hombres contemplaron primero a Cristo como un bebe, como un niño, sus padres eran muy pobres y él no tenia nada en esta tierra excepto lo que tiene los pobres, pasó por todas las pruebas que pasan los pobres y los humildes desde que era un bebe, en su niñez, su juventud y su edad adulta.
Cuanto mas pensamos acerca de Cristo al convertirse en un bebe sobre la tierra, tanto mas admirable parece este tema. ¿Cómo podía ser que el niño indefenso del pesebre de Belén siguiera siendo el divino Hijo de Dios? Aunque no podamos entenderlo, podemos creer que aquel que hizo los mundos, por causa de nosotros se convirtió en un bebe indefenso, aunque era mas encumbrado que ninguno de los ángeles, aunque era tan grande como el Padre en su Trono de los cielos, llego a ser uno de nosotros. En él Dios y el Hombre se hicieron uno, y es en este acto donde encontramos la esperanza de nuestra raza caída. Mirando a Cristo en la carne, miramos a Dios en la humanidad y vemos en él el brillo de la gloria divina y la imagen expresa de Dios el Padre.
Desde su más temprana edad, Cristo vivió una vida de trabajo duro. En su juventud trabajó con su padre en la carpintería y así mostro que no hay nada de que avergonzarse en relación con el trabajo. Aunque él era el Rey del cielo, trabajo en un oficio humilde y así reprocho toda la ociosidad humana. Todo trabajo realizado como Cristo hizo su trabajo es noble y honorable. Aquellos que son haraganes no siguen el ejemplo que Cristo dio, porque, desde su niñez él fue un modelo de obediencia y laboriosidad.
El era como un agradable rayo de sol en el círculo del hogar. Fiel y alegremente realizaba su parte haciendo los humildes deberes que fue llamado a realizar en su modesta vida. Cristo llego a ser uno con nosotros a fin de poder hacernos bien. Vivió tal vida de pobreza y trabajos que podía ayudar al pobre a entender que él simpatizaba con el pobre. El mismo compartió las cargas de los humildes. El Redentor del mundo no vivió una vida de placer y comodidad egoístas. No eligió ser el hijo de un hombre rico, o estar en una posición en la que los hombres lo alabarían y adularían. Paso por las privaciones de aquellos que trabajan duramente para poder ganar su sustento y consolar a todos los que tiene que trabajar en un oficio humilde. La historia de su vida de duro trabajo esta escrita para podamos recibir aliento de ella. Aquellos que conocen la clase de vida que Cristo vivió nunca pueden sentir que los pobres deban ser despreciados y que los ricos sean mejores que los humildes.