El libro de romanos comienza bien. Por lo menos los primeros 17 versículos son un buen comienzo. Culminan con la buena nueva de que la justicia de Dios se ha revelado. Justicia o justificación no son palaras que usamos cada día en la conversación corriente, pero suena como algo positivo. Tomaremos un tiempo en el capítulo siguiente para examinar de qué trata esa justicia.
Después de 17 versículos que conducen a la revelación de la justicia de dios; sin embargo, Pablo cambia el tono de su carta. Avanza en una dirección que no parece tan positiva; en realidad, suena directamente como negativa. Romanos 1:18 a 3:20 habla acerca de la revelación de la “ira” de Dios. ¡Esto difícilmente suena como buena noticia! La mayoría de nosotros preferiríamos olvidarnos de la ira de Dios. ¿No hemos superado todo eso “pecadores en manos de un Dios airado”? Pero para Pablo el mensaje de las buenas nuevas incluye más bien un extenso análisis de la ira de Dios.
Comencemos con los primeros versículos, que nos levan a la revelación de la justicia. Después de eso tendremos que seguir a Pablo y tomamos un tiempo para pensar en la ira de Dios.
La revelación de la justicia
En nuestras cartas ponemos el nombre del remitente al final, pero en el mundo grecorromano las cartas comenzaban con el nombre de quien la enviaba, seguido por el nombre de quien la recibía, y luego, generalmente, la expresión Saludos. Así, Pablo comienza su carta con su nombre. Pero saliendo de la forma acostumbrada, añade unas pocas palabras acerca de quién es él. Es siervo, o esclavo, de Jesucristo, llamado a ser apóstol y apartado para el evangelio. Luego amplía el inicio típico de una carta añadiendo una breve descripción de ese evangelio. Es el mensaje profetizado en las Escrituras (para Pablo, eso significaba el Antiguo Testamento), y es acerca de Jesucristo, quien fue declarado el Hijo de Dios por su resurrección de los muertos.
Pablo luego añade que su misión es llamar a los gentiles a la “obediencia a la fe” (Romanos 1:5). Este concepto es tan importante para él, que abre y cierra la carta con él; lo encontramos de nuevo en Romanos 15:18, aunque aquí Pablo no menciona específicamente la fe. De modo que, al comienzo y al final de la carta, Pablo deja bien en claro su misión: Dios quiere que los gentiles también le obedezcan por medio de la fe.
Después de seis versículos, Pablo finalmente llega a la segunda parte de la carta, que generalmente viene después de sólo una o dos palabras. Los receptores a quienes se dirige la carta: “a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos” (1:7). Para Pablo, la palabra santos no significa personas en un vitral de una catedral, sino todos los que fueron llamados por Dios y apartados para su servicio.
Cuando Pablo llega a la línea del “saludo” (la última parte del versículo 7), hace un juego de palabras y usa en cambio la palabra gracia. Las dos palabras (en griego) suenan muy parecidas, y gracia es el término más importante del vocabulario teológico de Pablo, de modo que tiene sentido que la use para su salutación. Otros escritores cristianos de cartas hicieron lo mismo.
En los versículos 8 al 15 Pablo habla de su deseo de visitar la iglesia de Roma, como ya lo notamos anteriormente. En los versículos 16 y 17 llega a la sentencia que resume su tesis de la carta. Está escribiendo acerca de la revelación de la justicia de dios, una justicia que viene de Dios y se alcanza sobre la base de la fe, del comienzo al final. Cita Habacuc 2:4 para apoyar lo que dice. Esta justicia resulta en la salvación, y es para todos los seres humanos, tanto judíos como gentiles. Sin embargo, en este momento Pablo no explica el significado de esta justicia. Lo hará en la última parte del capítulo 3, y esperaremos hasta nuestro próximo capítulo para analizarlo.
La revelación de la ira
Tan pronto como Pablo expresó con su pluma la idea de la revelación de la justicia, se vuelve a la revelación de la ira. En el versículo 18 dice que la ira de Dios “se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia” de los seres humanos. Esto plantea dos preguntas: ¿Qué es la ira de Dios?, y ¿quiénes son esos seres humanos impíos e injustos?
Pablo deja bien en claro qué es la ira de Dios en los versículos siguientes. El uso del término puede no ser el mismo que el de otros escritores bíblicos; para Él, la ira de dios es el otro lado de la moneda de su decisión de otorgar libertad a los seres humanos. Dios les da a los seres humanos la libertad de aceptarlo o rechazarlo, pero sus acciones tienen consecuencias. La ira de Dios es permitir a las personas vivir con las consecuencias de sus elecciones. El los “entrega” a sus propias elecciones y acciones (versículo 24). La ira de Dios no es su acción directa contra los seres humanos; más bien, es entregarlos a los resultados de sus propias elecciones. Para parafrasear un dicho antiguo, Él permitirá que duerman en la cama que se hicieron para sí mismos.
La palabra que usa Pablo que se traduce como que “Dios los entrega” es muy interesante. Se usa en varias formas importantes en el Nuevo Testamento. Puede referirse a la tradición oral o escrita que “se pasa” a otra persona, o el entregarse a sí mismo como en una guerra, o el confiar un objeto a otra persona, o de entregar una persona a las autoridades para ser arrestada o ejecutada.
Pablo usa el término tres veces en unos pocos versículos en el contexto de la ira de Dios, y lo hace para hablar de que Dios “entrega” o “da” a las personas para que sigan sus propios planes. Esas tres veces aparecen dentro de Romanos 1:24 al 32:
“Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén”.
“Por esto, Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aún sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la muer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío”.
“Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen, estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad, llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades, murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia, quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican” (la cursiva fue añadida).
Tres veces Pablo enfatiza que Dios los “entregó” a sus malas elecciones. Este nos es un castigo activo de Dios por los pecados de los seres humanos, es que Él pasivamente les permitió cosechar los resultados de volverle las espaldas a Dios y a sus caminos.
No obstante, Pablo señala también otros aspectos de la ira de dios. Vendrá un día de juicio final: “Por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Romanos 2:5).
Sin embargo, esta revelación de la ira de Dios no es su palabra final. Dios valora la libertad, de modo que permite que la gente viva las consecuencias de sus decisiones. Pero ama a los seres humanos aún más, de modo que interviene con su gracia por medio de Cristo Jesús para ofrecer el perdón y la salvación a pesar de las elecciones de las personas. Dos veces en los capítulos siguientes de Romanos, Pablo usa el término entregó de una manera positiva. En esos lugares él dice que a pesar de la maldad humana, Dios entregó a Jesús por nuestros pecados y para nuestra liberación. Pero eso nos lleva demasiado adelante en la historia. Llegaremos a esos textos más tarde.
El pecado gentil y el judío
Ahora veamos la segunda pregunta: ¿Quiénes son esas personas malvadas? Los pecados enumerados en Romanos 1:24 al 32 son los pecados que los judíos generalmente condenaban en el mundo gentil. Las censuras judías contra los gentiles generalmente se concentraban en su inmoralidad sexual y su idolatría. Por supuesto, en el mundo grecorromano estos dos aspectos generalmente iban juntos, ya que los templos paganos cobijaban una buena porción de prostitutas. Cualquier judío que leyera la mitad del primer capítulo de romanos habría dicho: “Muy bien, hermano Pablo. Realmente estás dando en la cabeza del clavo ahora. ¡Qué reflexivo eres al llamar al pecado pro su nombre correcto y condenar a estos gentiles pecadores! ¡Ciertamente lo merecen!”
La descripción que hizo Pablo de los gentiles era exacta. Sólo hay que leer las descripciones que los historiadores y moralistas romanos dieron de los banquetes en las casas, los templos y los palacios, para ver que tales actividades eran frecuentes en la cultura grecorromana del primer siglo.
¡Pero hay que ver cómo Pablo invierte las posiciones en el capítulo 2! Precisamente cuando los judíos estarían proclamando sus “Amenes”, Pablo vuelve sus cañones contra ellos. Dice: “Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otros, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo” (Romanos 2:1).
Para Pablo, juzgar a otros por sus pecados era tan malo como los pecados que ellos cometían. Dios es el único Juez. Juzgar a otros es usurpar el lugar de Dios y, por tanto, es una clase de blasfemia. Además, los judíos a menudo terminaban cometiendo en secreto los mismos pecados que los gentiles cometían abiertamente. Así que, en el capítulo, Pablo es tan duro con los judíos como lo fue con los gentiles en el capítulo 1. Note lo que dice en Romanos 2:17 al 24;
“Tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley; y te glorías en Dios, y conoces su voluntad, e instruido por la ley apruebas lo mejor; y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor de los indoctos, maestro de niños, que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad. Tú, pues, que enseñas a otros, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no sea de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas a los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? Porque está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros”. [1]
Pablo dice que los judíos son testigos tan malos que le dan a dios un nombre manchado entre los gentiles.
Pecado universal
Pablo afirma el principio básico en Romanos 2:11. Dios no muestra parcialidad. Su ira ofrece “oportunidades iguales” a todos. Tanto judíos como gentiles son pecadores. Esto lleva a la conclusión, en Romanos 3 de que ninguno es justo. Pablo dice: “Ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado” (Romanos 3:9).
Después de decir esto, Pablo hace algo interesante. Vuelve al Antiguo Testamento y ofrece una serie de citas, mayormente de Salmos) que apoyan este punto. Al hacer resto reúne las más severas denuncias de la pecaminosidad humana que puede encontrar. Las referencias incluidas en este conglomerado de textos, por orden de aparición, son Salmo 14:1-3; 53:1-3; Eclesiastés 7:20; Salmo 5:9; 140:7; Isaías 59:7, 8; y Salmo 36:1. En conjunto, el mensaje de Pablo parece bastante sombrío:
“No hay justo, ni aún uno;
No hay quien entienda,
No hay quien busque a Dios.
“Todos se desviaron,
A una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno,
No hay ni siquiera uno.
“Sepulcro abierto es su garganta;
Con su lengua engañan.
“Veneno de áspides hay debajo de sus labios;
Su boca está lleno de maldición y amargura.
“Sus pies se apresuran para derramar sangre;
 Quebranto y desventura hay en sus caminos;
y no conocieron camino de paz.
“No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3:10-18).
Bien podríamos estar tentado a preguntar: Pablo, ¿es realmente así de sombrío? ¿No quisieras limitar esto un poco? ¡Nos desaminarás a todos!” Pero en este momento Pablo quiere pintar  el cuadro tan oscuro como le sea posible. Quiere estar seguro de que ninguno dejará esta sección de romanos diciendo: “¡Realmente le pegó fuerte a toda esa gente malvada, y estoy muy contento de no ser como ellos!” Una empresa de alquiler de autos tenía una propaganda que de3cía: “Deja que ___________ te ponga en el asiento del conductor”. Pablo quiere estar seguro de que nos damos cuenta de que él nos puso a todos en un asiento, pero no es el asiento del conductor sino en el banquillo de los acusados. La esencia es que “no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:22, 23).
Sólo demostrando la universalidad del pecado Pablo puede avanzar en forma lógica hacia la inclusividad de todos en el don gratuito de la salvación, que es su mayor preocupación. El mensaje que quiere comunicar es acerca de la justicia, no de ira; es de gracia, no de “entregar” a todos a la maldad. Pero su mensaje tiene sentido sólo si primero pone el fundamento del pecado universal. Sólo si todos estamos en el condenado bote de la pecaminosidad puede el mismo bote salvavidas de la gracia salvarnos a todos.
Algunos problemas periféricos
Esta sección de Romanos plantea algunos problemas que han producido muchas discusiones y debates. Sin embargo, en la mayoría de los casos Pablo no analiza los problemas que a nosotros nos gusta debatir; por tanto, es peligroso que saquemos conclusiones con respecto a estos problemas. Por ejemplo, el tema de la ley natural que Pablo parece plantear en Romanos 1:18 al 20 y 2:15 y 16 ha generado muchos debates. En estos pasajes Pablo habla de los gentiles que por naturaleza hacen las cosas de la ley. ¿Está él afirmando aquí una ley natural que es suficiente para la salvación aparte de conocer a Cristo? ¿O se está refiriendo a los gentiles que han llegado a conocer a Cristo y que por tanto hacen las cosas que la ley requiere porque por medio del nuevo pacto estas cosas están ahora escritas en sus corazones?
Es cierto que los adventistas del séptimo día creen, sobre la base de escritos de Elena de White, que en el reino de Dios habrá personas que nunca oyeron el nombre de Cristo pero que respondieron a la voz de Dios en sus corazones. Pero lo que tenemos aquí no es evidencia suficiente para concluir con certeza de que esto es lo que Pablo está diciendo aquí. Tenemos que recordar que el tema de eta sección de romanos no es cómo se salvan las personas, sino la universalidad del pecado. Pablo puede estar señalando sencillamente que los gentiles hacen cosas buenas, que los judíos no tienen el monopolio de la virtud. Pero la conclusión sigue siendo que todos somos pecadores.
Otro tema muy debatido es el de la sexualidad, especialmente, la homosexualidad. De nuevo, este no es el tema aquí. Pablo no está ocupándose de temas que son importantes para nosotros tales como las diferencias sexuales y las prácticas homosexuales y cómo deberíamos tratar tal distinción. Sencillamente está mostrando que la práctica homosexual que él ve en la sociedad es evidencia de la pecaminosidad del mundo.
Hemos completado nuestro examen de la ira de Dios y de la universalidad del pecado, y estamos listos para avanzar hacia la solución divina, las buenas nuevas llenas de gracia de la justificación por la fe.

Características literarias de Romanos 1:29 al 31
Hay varias figuras literarias en el original griego de Romanos 1:29 al 31 que se pierden en las traducciones. Por ejemplo, Pablo vinculó las palabras griegas para “envidia” y “homicidio”, fthónos y fónos (versículo 29). También agrupó tres palabras que terminan con un sonido –ía: adikía, ponería y pelonesía, que se traducen como “injusticia”, “perversidad”, y “avaricia” (versículo 29). Y en el original griego las palabras para “necios” y “desleales” son axúnetos y asúnthetos (versículo 31). Pablo también usa la onomatopeya: palabras que suenan como lo que significa. Por ejemplo, el término griego para personas que chismean literalmente significa “susurradores” (versículo 30). Cuando pronuncias el griego original, psithuristés, ¡se puede oír el susurro!
Recuerda, Pablo no escribió Romanos con una pluma en la mano. De acuerdo con Romanos 16:22, él lo dictó a un escriba llamado Tercio. Este nombre significa “tercero”, y probablemente indica que el escriba era un esclavo, siendo que los esclavos a menudo eran llamados sencillamente Primero, Segundo, Tercero, etc. Caso se puede oír a Pablo divirtiéndose con estas palabras que suenan parecidas mientras las articula para que Tercio las escriba.


[1] La última frase está basada en Isaías 52:5 y Ezequiel 36:22.