“Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; mas no se apresure tu alma para destruirlo.”
El texto original hebreo no menciona la posibilidad de castigar el hijo al punto de matarlo. Al contrario, el mensaje es: “castiga a tu hijo mientras hay esperanzas, porque si no lo haces serás responsable por su muerte”.
El verbo castigar, en hebreo yassér, incluye tanto la idea de instrucción como de reprensión. Mediante la instrucción tú plantas la semilla del conocimiento en la vida de tu hijo. A través de la reprensión, quitas las hierbas malas que aparecen espontáneamente.
Enseñar es una experiencia fascinante. En las últimas vacaciones viajé acompañado de mi nietita de un año y medio. Era impresionante verla repitiendo las palabras. Los tíos trataban de enseñarle algo nuevo, y ella se mostraba ávida de aprender. Personalmente me gusta enseñar. Es como si uno se dividiera en mil pedacitos para vivir en el corazón de las otras personas.
Pero enseñar es tan solo la mitad del proceso educativo. La otra mitad, tan importante como la primera, es la reprensión, o el castigo, como lo llama la Biblia. Aquí no se habla necesariamente del castigo físico, aunque desde el punto de vista bíblico, tenga lugar en la educación. La idea del texto es llamar al niño al buen camino cuando, llevado por los instintos, se acerca peligrosamente al precipicio.
La tendencia moderna de excluir el castigo en la formación del niño es temeraria y puede ser fatal. ¿Qué harías tú si tu hijito se acercara al abismo? Dialogarías, ¿verdad? Correcto. Pero, ¿y si insiste? Continuarías dialogando. Muy bien. ¿Y si él continuara insistiendo en acercarse al precipicio? ¿Lo sacarías de allí? La vida está llena de precipicios y abismos morales, que no son solamente peligros físicos. Son peligros que tienen consecuencias eternas.
Por tanto, no te mantengas en silencio, no falles, no dejes de cumplir con tu deber. Disciplina, instruye y reprende. Muestra el camino y llama la atención cuando sea necesario.
No es suficiente con ser padre. Tienes que disciplinar. Disciplinar es amar. Corregir es ser responsable. En esa tarea tú no estás solo. El Dios que te dio a tus hijos como un regalo de amor, sabrá orientarte en la educación de los mismos.
Que Dios te bendiga, y recuerda: “Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; mas no se apresure tu alma para destruirlo”.
Alejandro Bullón
3 Comentarios
Es correcto que se debe aplicar castigo al hijo que actua mal, pero antes del castigo viene primero la correccion, es decir cuando hace algo mal sin saberlo primero se le debe de corregir, decirle que eso no esta bien, entonces cuando el obra con actitud deliberada sabiendo que lo que hace esta mal, es cuando se le aplica el castigo, mismo que de debe de ser aplicado con sabiduria, no olvidando esto; que en los hijos que obran o actuan mal no se debe desquitar el enojo o el coraje que ocasiono su mal accion, si no ver siempre eso, que es con el fin de reprimir y evitar que el tenga conductas erroneas. suerte a todos, feliz dia.
ResponderEliminarHermanos muchas gracias por compartir con nosotros estos materiales tan valiosos.
ResponderEliminarQue Dios siga bendiciendo grandemente vuestro Ministerio.
Disciplinar en el Señor y recibir la dirección del cielo
ResponderEliminaren el momento que lo necesitemos es lo mejor, pero para ello debemos estar conectados cada día con nuestro Señor.
Dios los bendiga. FELIZ SABADO
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