Nunca antes los Adventistas habían tenido mayores razones que ahora para regocijarse en los mensajes de los tres ángeles, ni para creer y confiar en su cumplimiento. Las palabras de Cristo: “levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Luc. 21:28), resuenan con una pertinencia hasta que ahora desconocíamos. Únicamente las personas afectadas de rigor mortis espiritual pueden pasar por alto la celebridad con la cual están desarrollándose las escenas finales. Los eventos anunciados en El conflicto de los Siglos ya no pertenecen únicamente al futuro, son para hoy.
Durante años los adventistas se habían preguntado “¿Cómo pueden cumplirse las profecías relativas a las escenas del ultimo tiempo, mientras el mundo siga haciéndole frente a un comunismo militante y armado hasta los dientes?” Para algunos la hoz y el martillo (acerca de las cuales las páginas proféticas parecen guardar silencio) golpearon y cercenaron su confianza en el mensaje de la Iglesia para los últimos días. Los escépticos de nuestro pueblo cuestionaron los escritos de Elena de White por “fastidiar” a los católicos. Cuando todo el mundo podía darse cuenta que el enemigo no era el papa sino el comunismo. Ahora sin embargo, el comunismo ha quedado panza arriba, y, mientras la Iglesia Católica se fortalece alimentándose de sus restos y su influencia crece día a día, los escépticos muerden el polvo.
“El Catolicismo – escribió Elena de White – esta ganando terrenos en todas direcciones”. Aunque estas palabras no presentan los detalles, identifican las tendencias. La Iglesia Católica ha estado alcanzando un poder y una influencia que había ejercido desde los días cuando los “santos padres “podían quemar impunemente a sus enemigos en la hoguera. “En la actualidad el prestigio del papa es muy elevado – escribe el ex jesuita Peter de Rosa -. En estos tiempos los pontífices han alcanzado fama universal. Los acontecimientos históricos en que intervienen y la inmediatez de su difusión han contribuido a hacer de ellos los “portavoces de la religión”.
En Estados Unidos de Norteamérica, la iglesia Católica ha logrado avances políticos tan impresionantes que en un periódico católico conservador llego a decir que estamos asistiendo al “inicio de la era católica en la historia norteamericana•. Hace más de un siglo Elena de White advirtió acerca de que los protestantes “están abriendo la puerta para que el papado recobre en la América protestante la supremacía que perdió en el viejo mundo”. ¿Qué habría dicho hoy?
Mientras tanto, la Nueva Ala Derecha Cristiana “se ha convertido en parte del establecimiento político. Ahora que se ha atrincherado firmemente el sistema político, se ha vuelto menos visible que antes y mientras menos visible mas peligrosa. Amenazar con la ira de Dios a todos lo que no apoyen con su voto la posición “bíblica” en todas las cosas – desde la Guerra de las Galaxias hasta la ayuda para los Contras – ya no es popular en Norteamérica de este siglo. Percatándose de ello, la Nueva Derecha ha adoptado de propósito tácticas más prudentes y menos obvias, especialmente a niveles municipales y estatales. “Los cristianos conservadores que recién aparecen están exigiendo que se les permita ejercer una verdadera influencia política – escribe Rob Gurwitt – Y aunque la mayoría de los medios nacionales de comunicación no parecen haberse percatado de ellos, han comenzado a esgrimirla”.
Los Norteamericanos ya no pueden confiar en la Corte Suprema de Justicia para que proteja sus libertades religiosas, como lo hacia antes. Apartándose radicalmente de decisiones previas que salvaguardaban los derechos religiosos de las minorías, la Corte Suprema sostuvo, en un voto de 6 contra 3, el desempleo de varios indios aragoneses que había usado peyote durante una ceremonia religiosa. Admitiendo que la nueva decisión “colocara en desventaja aquellas practicas religiosas no muy populares” – el juez afirmo que – la consecuencia inevitable del gobierno democrático debe preferirse a un sistema en el cual cada conciencia es ley”. En otras palabras, si la practica de tu religión entra en conflicto con las necesidades de la mayoría, ya no puedes esperar que la Suprema Corte se incline a proteger tus derechos.
Paso a paso, años tras año el contenido de El conflicto de los Siglos y Apocalipsis 13 desfila ante nuestros ojos dando significado de los sucesos políticos y religiosos que observamos, Dios ha derramado sobre su pueblo una luz que el mundo es incapaz de comprender y a medida que los acontecimientos se producen tenemos mayores razones que nunca antes para y vivir esta verdad.
No obstante, el adventismo para hoy por una crisis. En una hora cuando deberíamos proclamar nuestro mensaje desde los tejados de las casas, nos estamos escondiendo en los sótanos. Muchos desconocen porque son Adventistas, cuales son sus creencias y por que las creen, miles no devuelven sus diezmos y no asisten a la Iglesia y muchos – particularmente jóvenes- se están separando de ella. Los cultos de adoración que debería caracterizase por su entusiasmo, poder y espiritualidad, a menudo son tan desabridos que llamarlos “tibios” seria hacerles un cumplido. El Adventismo de hoy pasa por una crisis de identidad (sino pregúntese porque cantamos música evangélica), crisis teológica, y una crisis espiritual. ¿Y cual es el resultado? Una serie de cuestionamientos cruciales para la Iglesia. Si ni siquiera sabemos quienes somos, ¿para que esforzarnos por traer a otros a nuestras filas? Si no somos capaces de definir lo que creemos ¿con que fin enseñamos a otros? Si nos vemos desprovistos de poder espiritual ¿a quien atraeremos? ¿Cómo podemos esperar que proclamemos un mensaje al mundo, si ni siquiera estamos seguros de cual es ese mensaje? Hablamos de recibir la lluvia tardía, pero es más probable que caiga una tormenta de nieve en la Meca en junio que la lluvia descienda sobre nosotros.
Diversas teorías se han ofrecido, tanto de la derecha como de la izquierda, para explicar nuestro malestar. La televisión, las madres que trabajan, teólogos liberales, prosperidad material, ordenación exclusiva de varones, iglesias de celebración, legalismo, jesuitas, y el sistema educacional; se han culpado todos estos factores y muchos mas. Sin embargo el adventismo es demasiado grande, demasiado diversificado, para que cualquiera pueda categorizar con precisión la causa de nuestro letargo espiritual. Sea cual fuera la causa, una cosa es cierta: Si no nos arrepentimos, si no nos volvemos, nuestros pecados nos destruirán.
El Señor no ha sido revelado con luz cada vez mayor. Nuestros privilegios son muchos más grandes que los del antiguo pueblo de Israel, no solo poseemos la gran luz confiada a Israel, sino que tenemos la creciente evidencia de la gran salvación que nos ha sido traída por Jesucristo.
Si el Israel antiguo sufrió severamente a causa de sus pecados ¿Qué nos acontecerá a nosotros? ¿Acaso la culpabilidad del profeso pueblo de Dios no es hoy tanto mayor que la del Israel de antaño, cuanto la luz que gozamos es superior a la de ellos?
Aunque nunca he estado más convencido de la veracidad de los mensajes de los tres ángeles, nunca había sentido un temor tan grande por la suerte de los mensajeros. Esta verdad circuiría al mundo con su gloria, aunque nosotros permanezcamos en tinieblas. Como Israel, nosotros también hemos sido hechos depositarios de la verdad, no obstante, a veces siento mas optimismo respecto de los adventistas del que Jeremías experimentaba por Jerusalén.
Aunque no existe una respuesta simple para estos problemas, mientras los adventistas no comprendamos nuestro mensaje, tampoco entenderemos nuestra identidad, misión ni propósito. Y el único modo de discernir el significado de nuestro mensajes es volviéndonos a sus fundamentos, porque nunca sabremos cual es nuestro destino mientras ignoremos de donde venimos, la esencia, la misma base del adventismo del séptimo día, ya sea que nos guste o no, que aceptemos o no es el servicio del santuario.
El asunto del santuario fue la clave que aclaro es misterio del desengaño de 1844. Revelo todo un sistema de verdades que formaban un conjuntos armoniosos y demostraban que la mano de Dios había dirigido el gran movimiento adventista y al pones de manifiesto la situación y la obra de su pueblo, le indicaba cual era su deber de allí en adelante.
A pesar de la importancia que Elena de White le dio al tema del santuario, actualmente hay una gran confusión acerca de él, y se distorsiona mucho su significado, debido a los cual andamos la deriva. La mayoría de los adventistas sabe muy poco acerca del santuario y los que están familiarizados con él ignoran sus verdaderas enseñanzas, particularmente en lo que se refiere al juicio investigador. Sin embargo al decir la sierva del Señor, el santuario “puso de manifiesto la situación y la obra de su pueblo”. No es de sorprenderse, entonces, que ignoremos cual es nuestra posición, nuestra obra o nuestro mensaje. Con razón a veces nos vemos arrastrados “por doquiera de todo viento de doctrina”(Ef. 4:14). Con razón una crisis de fe y de identidad afecta nuestras filas. ¿Cómo podría ser diferente, si el santuario – fundamento mismo de nuestra existencia como pueblo – se ha distorsionado tanto y hasta se ha perdido de vista?
El problema mas grave consiste en que nuestra presentación del santuario no es equilibrado. El sistema del santuario terrenal comprendía de dos partes sobresalientes. El sacrificio del animal (que invariablemente necesitaba un servicio sacerdotal en el departamento), y el día de la expiación (con su actividad concentrada en el segundo departamento). Hoy dentro del adventismo, algunos concentra su vista únicamente sobre el sacrifico y ministerio del primer departamento, en cambio otra prefieren enfocar su atención solo en el segundo servicio, sin embargo cualquiera de estas dos posiciones, asilada, revela un evangelio incompleto. Juntas presentan el mensaje total del ministerio de Jesucristo.