¿Te acuerdas cuando éramos niños y jugábamos a sacarle pétalos a las margaritas? 
“Me quiere mucho, poquito, nada” repetíamos en un monótono acorde, intentando saber si aquella persona que nos interesaba realmente nos amaba. Era un juego de niños. 
Una aventura del pensamiento que sólo es admisible para quienes recién se asoman a la existencia. Sin embargo, crecimos y ya no andamos juntando margaritas. ¿Estamos seguros de darles a los niños la certeza de amor que necesitan? Un niño o niña no puede estar adivinando si sus padres le aman o no. Tiene que tener una certeza más allá de toda duda. 
Debe saber que si se porta mal, si es desobediente o torpe, de todos modos seguirá siendo amado incondicionalmente. La función de los padres es demostrar por todos los medios posibles que aman incondicionalmente a sus hijos. Ningún niño o niña debe dudar del amor de sus padres. 
Nunca debe intentar jugar a un juego macabro de adivinanzas para saber si sus padres realmente lo aceptan y aman como es. 
En ocasiones, los padres, que tienden a repetir los mismos modelos que recibieron de sus hogares, actúan como si sus hijos debieran ganarse su cariño. Incluso algunos, infelizmente usan frases como: “Si no haces lo que te mando, no te quiero”, “mamita ya no te va a querer como antes si no te comes la comida”, y otras tonterías similares, que lo único que provocan es que el niño se sienta confundido. Amar no es cuestión de pruebas, tampoco admite términos medios. 
O se ama o no se ama. Nadie puede ser “media madre” que “medio ama”, eso es absurdo. El niño lo entiende, aunque no lo sepa expresar. 
Cuando se le dice que se lo ama en algunas ocasiones y no en otras, produce inestabilidad y una sensación de vacío afectivo que es muy peligroso para la firmeza emocional de un infante. Cuando el niño o niña se equivoca y hace algo que no corresponde, desafiando o actuando de manera rebelde, es cuando los padres demuestran verdaderamente su amor por sus hijos. Los gritos, las descalificaciones, las malas palabras, las muestras de enojo, todo ello, sólo confunden a un niño y le provocan la sensación de que camina sobre hielo quebradizo. Es en ese momento cuando los padres debemos recordar que estamos en la vida de nuestros hijos, simplemente, por amor. Cualquier otra razón es inadecuada. 

Créditos imagen: Foto Klimmt Flickr © creative commons 
 Créditos de Autor: Pastor Miguel Angel Nuñez