¡Las Piedras aún Claman! 
Por: Gerald A. Klingbeil 

 Polvo, sí. Calor, demasiado. Discusiones acaloradas, no podría haber más. Pero éstas no son lo que convierten a la arqueología en una especialidad llena de emociones y desafíos. 
Es la búsqueda de significado, la comprensión de toda una cultura, y permitir que la Biblia cobre vida, lo que transforma el polvo de la excavación en un castillo de comprensión. Una pieza de cerámica, alguno Impresión s huesos quebrados y deteriorados, la porción de un muro o la inscripción desfigurada de una moneda — éstos y otros elementos claman desde los escombros del pasado y con frecuencia confirman la historicidad y la autenticidad de las Escrituras. 

Los comienzos de la investigación arqueológica se caracterizaban más por la participación de aventureros temerarios que por la de científicos analíticos y serenos. Después esta mentalidad fue reemplazada por el cuidadoso análisis estratigráfico y la concentración en los métodos en lugar de los artefactos. Esta renovada discusión metodológica ha caracterizado el trabajo de los expertos en el campo durante los últimos 20 años. Un aspecto de este debate ha sido el desafío de William Dever, profesor de la Universidad de Arizona, para los arqueólogos y los teólogos, de redefinir la relación entre los estudiosos de la fe y los de la arqueología científica. Como resultado, el adjetivo “bíblico” fue eliminado de la “arqueología” y fue remplazado por el rótulo geográfico “Siriopalestino”. Esta controversia acerca de “meros nombres” demuestra los desafíos que afronta la disciplina, arraigada más en presuposiciones filosóficas que en diferencia de métodos. Podemos observar desarrollos similares en otras áreas de investigación, tal vez como resultado del asalto posmodernista a lo absoluto. 

¿Cómo afecta todo esto al cristiano creyente en la Biblia al leer comentarios, periódicos y libros que contienen referencias a hallazgos arqueológicos recientes? ¿Aún sigue siendo verdad que la pala confirma las Escrituras o esto es algo para una edad menor en que una cosmovisión positivista basada sobre el fundamento del cristianismo dogmático determinó la agenda de la investigación para la arqueología bíblica? Para contestar estas preguntas, considera tres áreas en las cuales la arqueología bíblica del siglo XXI puede hacer una contribución a nuestra comprensión de la Palabra de Dios. Nota cómo el texto bíblico y los artefactos tienen que unirse para formar un todo útil. 

Eventos y personalidades históricas 
Primero, la arqueología confirma eventos y personalidades históricas específicas mencionadas en el texto bíblico. Un ejemplo reciente es la inscripción de Tell Dan. El 21 de julio de 1993, un equipo de excavación descubrió en Tell Dan una piedra de basalto inscripta. El hallazgo inspiró muchos escritos de eruditos bíblicos y confirmó el relato bíblico. 
La estela (una especie de bloque de piedra vertical con una inscripción, frecuentemente usada para marcar un límite o conmemorar un evento importante en la vida de su creador, por ejemplo, una victoria militar) era parte de un muro, datada por su excavador, el profesor A. Biran del Colegio Hebreo Unión en Jerusalén, de mediados del siglo IX a. de C. 

De manera que sería contemporánea del rey Acab de Israel o el rey Josafat de Judá. La parte emocionante de este descubrimiento tiene que ver con el contenido de la estela, que menciona a “Israel”, y —por primera vez en un material extra-bíblico — a “la casa de David”, que muy probablemente estaba precedida por una referencia a un rey específico (en la línea 9 de esta inscripción). Algunos fragmentos adicionales hallados en 1994 sugieren que la estela se refiere a la muerte de Joram de Israel y Ocozías de Judá por Hazael (compara con 2 Reyes 9). 
La referencia a la “casa de David” es clara y más allá de toda discusión. En el Antiguo Testamento la “casa de David” se refiere no solamente a la familia o personas que vivían bajo el techo del rey David (1 Samuel 19:11; 20:16), sino también a sus descendientes que ocuparon el trono en Jerusalén y reinaron sobre Judá (2 Samuel 3:19; 1 Reyes 12:19, 20). Parece razonable argumentar que la “casa de David” es una referencia al reino de Judá y que la mera referencia a David —fuera de la Biblia— despeja el campo de numerosos desafíos a la historicidad del rey David.

La vida diaria en tiempos antiguos 
Segundo, la arqueología nos cuenta acerca de la vida diaria en tiempos antiguos, haciendo real y significativa nuestra predicación y enseñanza de la Palabra de Dios. Esta es una de las razones por las cuales los modernos equipos de excavación incluyen una gran variedad de especialistas en antropología, biología, paleozoología/botánica, arquitectura, etc. 

De hecho, muy raramente se conectan los hallazgos arqueológicos directamente con el texto bíblico. La inscripción que menciona a un rey conocido de la Escritura es un evento extraordinario. Un sello inscrito con el nombre de un oficial de la corte mencionado en el registro bíblico es una excepción encantadora. Sin embargo, el lado menos fascinante (y más polvoriento) de la arqueología, que ayuda a reconstruir la vida diaria en tiempos antiguos, representa una contribución mayor en nuestra búsqueda de sentido en la Palabra de Dios. Un buen ejemplo de este tipo de investigación es el trabajo de Øystein S. LaBianca, un antropólogo de la Universidad de Andrews y uno de los codirectores del proyecto de Madaba Plains, patrocinado por las universidades de Andrews y La Sierra, y los colegios superiores de Walla Walla y Canadá. El foco principal del proyecto ha sido el estudio de los sistemas alimentarios como barómetro de la organización social local.  Esa agenda de investigación suena realmente bastante seca e irrelevante para el estudiante de la Biblia. 

Sin embargo, cuando comenzamos a pensar acerca de las veces que la Biblia menciona “comiendo y bebiendo” y la importancia conectada con la comida comunitaria, el significado del acceso al agua, el uso de la tierra y los patrones de colonización, y el importante rol que la agricultura en general desempeñaba en los tiempos del Antiguo Testamento, inmediatamente comprendemos la significativa tarea emprendida en esa área. Aquí hay dos ejemplos: 1 Reyes 18:1 agrega un giro interesante a la historia del encuentro entre Yahveh y Baal (representados por Elías y los sacerdotes de Baal) cuando el profeta le dice al rey Acab, después que el fuego había descendido del cielo: “Sube, come y bebe; porque una lluvia grande se oye”. ¿Por qué sugerir al rey antagónico una fiesta durante una sequía y después de la triste actuación de sus sacerdotes favoritos? “Comer y beber” es otro ladrillo de la historia, anticipando las características de pacto de una comida comunitaria. Yo sugeriría incluso que es otra invitación a entrar (de nuevo) en un pacto con el Señor de Israel (como se puede ver en Éxodo 24:11, donde el comer y el beber es parte del ritual del pacto). Dios no solamente es soberano para hacer descender fuego; sino que él es quien realmente está a cargo de la naturaleza. Él traerá lluvia y con la lluvia vienen las bendiciones de la cosecha, alivio y vigor renovado. La referencia a la comida significa tanto la declaración final de la victoria del profeta de Dios sobre Baal, como también el esfuerzo de último minuto de un amante Dios creador para acercar a un hijo rebelde, es decir, al rey Acab. Rut 1:1 describe el hambre en Belén, que irónicamente significa “casa del pan”. Elimelec, su esposa Noemí y sus dos hijos tienen que encontrar su comida en otra parte, y en un intento desesperado de vencer las probabilidades (y en contra de una buena razón bíblica) se mudan a la vecina Moab, al otro lado del valle del Jordán. El viaje no es muy largo, tal vez unos dos días viajando con niños y todo el equipo doméstico. Pero en términos de la dimensión interna de esta decisión, el viaje bien podría haber sido de miles de kilómetros. La experiencia física del hambre en Belén aparentemente es evitada en Moab, aunque la Biblia no describe las circunstancias materiales del traslado. Sin embargo, la dimensión espiritual del hambre se hace aún más clara cuando uno continúa leyendo la historia de Noemí y Ruth. En una combadura literaria de tiempo muere Elimelec y mueren los dos hijos y ahora hay tres viudas. Noemí expresa esta desolación cuando, a su regreso a Belén, aconseja a sus parientes que ella debiera ser llamada “Mara”, lo que significa “amarga”, “porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso” (Rut 1:20). 

La Biblia señala dos importantes puntos: primeramente, las hambrunas parecen haber ocurrido localmente y no siempre en gran escala. Una hambruna podría haber sido causada por una peste local que invadió los campos de Belén destruyendo toda la cosecha y las simientes para el año siguiente. Una hambruna destruye vidas, reduciendo opciones, algo que apenas puede ser apreciado por un lector de la Escritura que vive cómodamente en los Estados Unidos o en Europa a comienzos del siglo XXI. Sin embargo, supongo que alguien que viva en África, al sur del Sahara o en el Oriente Medio fácilmente puede vincularse con esta realidad. En segundo lugar, la interacción económica entre regiones puede ser apreciada de una mejor manera. Israel no era un enclave aislado, protegido como una isla. Tenía fronteras que cambiaban permanentemente, una interacción real con regiones cercanas, con lo cual llegaba el desafío religioso de mantenerse enfocados en Yahveh en lugar de las siempre presentes divinidades de la fertilidad. ¿Cambia esto nuestra opinión de la historia de Rut (o de Elías y Acab en esta cuestión)? Sugiero que en realidad lo hace. Nos ayuda a conectar la vida real con los caracteres bíblicos. Uno de los puntos principales que los autores del Antiguo Testamento (y también del Nuevo Testamento) señalan cuando describen los actos divinos en la historia es éste: Dios es un Dios activo, no está allá, lejano. Él interviene directamente en la historia humana y está en control. 

Realidades religiosas 
Finalmente, la arqueología nos ayuda a comprender mejor las realidades religiosas. En la cultura del Cercano Oriente antiguo, la religión, la política y la vida diaria no estaban tan bien clasificadas en compartimentos como lo están ahora en nuestra cultura occidental. Para ilustrarlo: considera un importante hallazgo de Betsaida (et-Tell), un sitio que los lectores de la Biblia conectan mayormente con el ministerio de Jesús. Sin embargo, como lo han demostrado algunas excavaciones recientes, el lugar ya existía durante el tiempo de la monarquía dividida (lo que los arqueólogos describen como Edad del Hierro II). En junio de 1997, algunos arqueólogos de la Universidad de Nebraska, Omaha, descubrieron una estela icónica (una estela con una imagen grabada en ella) muy cerca de la entrada de la puerta de la ciudad. 

La estela se hallaba sobre un tipo de podio (alrededor de 1 metro de alto) junto con una palangana y tres copas para incienso. De acuerdo con los editores de la primera publicación, la divinidad en la estela representa a la diosa luna. La construcción definidamente tenía un carácter religioso y yo pienso que provee una excelente ilustración de un texto frecuentemente pasado por alto en 2 Reyes 23:8. Cuando Josías comenzó lo que llegaría a ser la reforma religiosa final en Judá, el texto nos informa del siguiente detalle intrigante. “Derribó los altares de las puertas” como parte de una lista de las medidas de reforma que también incluían la destrucción de otros lugares altos. En realidad, es bastante sorprendente que los arqueólogos no encontraran muchos ejemplos más de estos altares de las puertas, porque en el antiguo Israel la puerta era uno de los puntos focales de la ciudad y de la sociedad. Nos referimos al lugar donde sucedían las cosas, donde se tomaban las decisiones y donde comenzaban las grandes reformas —en el umbral de la sociedad en su aspecto público. 

Es, precisamente, esta conexión que necesita hacer la teología y la arqueología. Cuando yo estaba participando en las excavaciones del proyecto de las planicies de Madaba, en 1996, pasé una tarde inolvidable con William Dever, uno de los grandes catedráticos de la arqueología Sirio-palestina moderna. Estábamos recostados en nuestras literas en un dormitorio, platicando acerca de arqueología, teología, textos y artefactos, cuando, repentinamente, Dever me dijo: “Ustedes los adventistas llevan a cabo una gran obra. Sigan excavando, sigan teniendo una visión amplia de la conexión entre la vida real y el texto bíblico. Sigan leyendo la Biblia a la luz de la arqueología”. A lo que solamente puedo agregar un caluroso Amén. 

 Gerald A. Klingbeil (D. Litt., University of Stellenbosch, South Africa), es profesor de Antiguo Testamento y estudios del antiguo Cercano Oriente en la Universidad Adventista del Plata, Entre Ríos, Argentina. Su e-mail: kling@uapar.edu