Nada irrita más rápido a los demás como la mala educación. Ser
grosero significa decir o hacer algo innecesario que le haga pasar un mal
momento a la persona que esté cerca. Ser grosero es actuar en forma indecorosa,
vergonzosa o irritante. En el matrimonio, podría tratarse de tener una boca
sucia, malos modales en la mesa o el hábito de hacer bromas sarcásticas. Desde
cualquier punto de vista, a nadie le gusta estar cerca de una persona grosera.
La conducta grosera puede parecerle insignificante a quien la practica, pero es
desagradable para los que están cerca. Como siempre, el amor tiene algo para
decir al respecto. Cuando un hombre es impulsado por el amor, se comporta en
forma intencional de una manera que a la esposa le resulte más agradable. Si
ella desea amarlo, resuelve evitar lo que lo frustra y le molesta.
En esencia, el amor genuino cuida sus modales. Adoptar este
concepto podría traer aire fresco a tu matrimonio. Los buenos modales le
expresan a tu esposa o esposo: “Te valoro lo suficiente como para ejercer algo
de dominio propio cerca de ti. Quiero ser una persona con la que sea un placer
estar”. Cuando permites que el amor cambie tu conducta (aunque sea de la manera
más insignificante) restauras una atmósfera de honor en la relación. Por lo general,
las personas que practican una buena etiqueta aumentan el nivel de respeto en
el ambiente donde están.
Casi siempre, la etiqueta que usas en tu casa es totalmente
distinta a la que usas con tus amigos, o incluso con extraños. En tu casa,
puedes gritar o poner mala cara, pero si suena el timbre, abres con una gran
sonrisa y lleno de amabilidad. Sin embargo, si te atreves a amar, también
querrás dar lo mejor de ti mismo a los tuyos. Si no dejas que el amor te motive
a realizar los cambios necesarios en tu conducta, la calidad de tu relación
matrimonial sufrirá. Las mujeres suelen ser mucho mejores que los hombres con
ciertos modales, aunque pueden ser groseras de otras maneras. El rey Salomón
dijo: “Más vale habitar en un rincón de la azotea que compartir el techo con
mujer pendenciera” (Proverbios 25:24 NVI).
Son los hombres en especial quienes necesitan aprender esta
importante lección. La Biblia dice: “Bien le va al hombre que se apiada” (Salmo
112:5). El hombre discreto averiguará qué es apropiado y ajustará su conducta
en consecuencia. Hay dos razones principales por las que la gente es grosera:
la ignorancia y el egoísmo. Por supuesto, ninguna de las dos cosas es buena.
Los niños nacen sin saber nada sobre los buenos modales, y necesitan mucha ayuda
y enseñanza. Sin embargo, los adultos demuestran su ignorancia de otra manera.
Conoces las reglas, pero puedes no darte cuenta de cómo las rompes o ser
demasiado egoísta como para que te importe. De hecho, quizá no te des cuenta de
lo desagradable que puede ser vivir contigo.
Ponte a prueba con las siguientes preguntas:
• ¿Qué piensa tu cónyuge de la manera en que hablas y actúas
cuando estás cerca de él?
• ¿Qué efecto tiene tu conducta en la valía y la autoestima de tu
pareja?
• ¿Tu cónyuge diría que eres una bendición o que eres
condescendiente y lo avergüenzas?
Si piensas que tu cónyuge (y no tú) es el que tiene que hacer
cambios en esta área, es probable que sufras de un caso grave de ignorancia,
con efectos secundarios de egoísmo. Recuerda, el amor no es grosero sino que te
lleva a obrar con principios superiores. ¿Te gustaría que tu cónyuge dejara de
hacer todo eso que te molesta? Entonces, es hora de dejar de hacer todo eso que
le molesta. ¿Serás lo suficientemente considerado y amoroso como para descubrir
y evitar la conducta que hace que la vida le resulte desagradable a tu pareja?
¿Te atreverás a ser encantador? Aquí tienes tres principios orientadores que se
refieren a practicar los buenos modales en tu matrimonio:
1. Respeta la regla de oro. Trata a tu pareja de la misma manera
en la que quieres que te trate (ver Lucas 6:31)
2. Nada de distintos criterios. Ten la misma consideración con tu
cónyuge que con los extraños y con los compañeros de trabajo
3. Cumple las peticiones. Considera lo que tu esposo o esposa ya
te ha pedido que hagas o que no hagas. Si tienes dudas, pregunta.
El desafío de hoy
Pídele a tu cónyuge que te diga tres cuestiones que le incomodan o
le irritan de ti. Debes hacerlo sin atacar ni justificar tu conducta. Su perspectiva
es la importante en este caso.
¿Qué cosas señaló tu cónyuge sobre ti que necesitan tu atención?
¿Cómo actuaste al escucharlas? ¿Qué planeas hacer para mejorar esas áreas?
Llenas de gracia son las palabras
de la boca del sabio. (Eclesiastés 10:12)
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