1. Comprender la verdadera naturaleza del amor. El
amor es un principio, no un sentimiento que fluctúa. El amor involucra
sentimientos, pero no es sólo un sentimiento. De hecho, puede haber
sentimientos agradables resultantes de la cercanía física o del
intercambio de caricias con una persona del otro sexo sin que haya
verdadero amor. El amor verdadero en el noviazgo y en el matrimonio es
una combinación de lealtad, intimidad, sentimientos de atracción física,
romance, compañerismo y compromiso. En 1a. de Corintios 13, el apóstol
Pablo presenta un cuuadro del amor verdadero.
2. Aceptar la perpetuidad y santidad del pacto matrimonial. Cuando
existe el compromiso de permanecer juntos "hasta que la muerte nos
separe", "en las buenas y en las malas", y "venga lo que venga", será
más fácil encontrar soluciones cuando surjan problemas. Estar dispuestos
a aceptar lo que no podemos cambiar en la otra persona de la pareja y
hacer lo mejor para mantener la relación en buen funcionamiento y
crecimiento requiere hacer un serio compromiso de amor en el contexto
del pacto matrimonial.
3. Aprender el arte de la comunicación.
Los matrimonios felices saben cómo comunicarse con efectividad.
Utilizan la comunicación para lograr entendimiento mutuo, una solución
eficaz de los problemas, una resolución creativa de los conflictos e
intimidad satisfactoria. Pueden hablar de cualquier tema sin sentirse
amenazados. Tienen la capacidad de escuchar atentamente los mensajes
verbales y los no verbales. Buscan momentos apropiados para la
comunicación. Pueden ser honestos sin ser crueles o sarcásticos.
Respetan los sentimientos del otro y se comunican de manera positiva.
Pueden estar de acuerdo en estar en desacuerdo sin provocar discordia.
4. Aceptar las diferencias individuales. Es
vital entender y aceptar a nuestra pareja como a un individuo único con
rasgos positivos y negativos es vital para edificar no sólo un
matrimonio saludable sino un adecuado sentido de respeto personal. El
respeto personal y el respeto hacia otros crece a medida que llegamos a
entender nuestro valor infinito como hijos e hijas de Dios, creados a la
imagen de Dios, redimidos a un precio infinito y llamados a servir.
Quienes entienden esto están mejor preparados para relacionarse con sus
cónyuges con respeto, consideración, estímulo y afecto, y están bien
equipados para resolver problemas y solucionar conflictos.
5. Actuar según el modelo cristiano de liderazgo.
El matrimonio necesita límites claros, estructura y delimitación de
papeles y autoridad. De lo contrario, la lucha por el poder puede
empañar la relación. Cristo presenta un modelo de liderazgo servidor que
puede ayudar a las parejas a evitar muchos conflictos amargos. La
Biblia asigna al esposo el papel de ser cabeza de la familia y a la
esposa el de ser ayuda idónea y fuente de ternura, que usualmente
involucra la maternidad. El elemento esencial no es tanto quién debe
hacer qué, sino quién puede hacerlo mejor a causa de sus dones y
talentos. Las parejas cristianas deben poder discutir con libertad sus
expectativas y preferencias a fin de poder arribar a una distribución
satisfactoria de responsabilidades.
6. Dar prioridad a la vida espiritual. Cada
miembro de la pareja necesita establecer una relación y un compromiso
personal con Dios. A las personas que toman tiempo para estar en
comunión a solas con Dios les será más fácil y natural establecer un
tiempo para la devoción familiar. La asistencia y la participación
regular en la vida de la iglesia como familia edifica un sentido de
comunidad en Dios. Un buen fundamento espiritual ayuda a fortalecer el
matrimonio y a estableer familias felices.
7. Practicar la mayordomía cristiana integral.
Una pareja de esposos cristianos reconoce que todas las cosas
pertenecen a Dios y que nosotros somos solamente sus mayordomos. Como
mayordomos, los cónyuges son responsables ante Dios por el uso sabio de
todos los recursos familiares: el tiempo, los talentos, las finanzas, la
salud, el medio ambiente, las relaciones, etc. Un matrimonio que se
basa sobre el concepto de la mayordomía cristiana no tiene lugar para la
desconfianza, la competencia, los celos, la ira u otros factores
similares que destruyen la relación.
8. Reconocer los lazos familiares.
La familia de cada uno de los cónyuges tiene un impacto definido en la
conducta emocional y relacional de los mismos. Las parejas necesitan
entender que aunque están empezando una familia nueva y separada, aún
tienen nexos con sus familias de origen. Una relación positiva, sin
apego excesivo o impropio, hará de la familia extensa una fuente de
apoyo y fortaleza al establecer el nuevo hogar.
9. Comprender el papel de la sexualidad en el matrimonio. La
relación sexual es parte del plan de Dios para la satisfacción humana
tanto en la relación física como en la formación de una familia. Una
pareja necesita desarrollar sentimientos positivos acerca del sexo. En
el matrimonio, la relación sexual es un poderoso recurso de expresión de
amor, ternura, intimidad y gozo. Para lograr el potencial pleno de
satisfacción sexual en el matrimonio, la pareja necesita comprender no
sólo sus aspectos fisiológicos, sino también sus dimensiones
emocionales, relacionales y espirituales.
10. Considerar la planificación responsable de la familia. Los
esposos necesitan considerar sus puntos de vista personales acerca de
los hijos: cuántos desean, cuán pronto y a qué intervalos. Deben tener
razones correctas y la preparación adecuada para la paternidad y sus
responsabilidades. Deben planear de antemano el bienestar del número de
hijos que pueden tener en función de proveerles cuidado adecuado,
educación y un ambiente emocional y espiritual apropiados.
Una
tarde especial Ruth caminaba por el pasillo central de la iglesia. Al
enlazar su mano con la de Roberto, una tierna sonrisa se sumó al
resplandor de su rostro. Roberto se irguió alto, fuerte y feliz. Juntos
tomaron los votos matrimoniales. Estos no fueron meras palabras sino un
pacto. La emoción, la expectativa, el sentimiento y la felicidad fueron
parte de la escena. Pero más que eso, había una sensación de
certidumbre. Ruth amaba a Roberto. Roberto amaba a Ruth. Y ambos amaban a
su Señor. Al arrodillarse juntos ante sus familias y amistades para
sellar su pacto en oración, tenían la certeza de que una tercera
persona, Jesús, estaba con ellos, con su promesa de darles gozo, hacer
que su amor fuera perdurable y darles una vida llena de felicidad.
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