Justificados por la fe

Romanos 1:18, Pablo habló de que se reveló la ira de Dios. Pero en  Romanos 3:21 él habla de que la justicia se manifestó. Estamos pasando  del problema a la solución. ¿Cuál es la respuesta de Dios al problema de  que todos pecaron? Es la revelación de una justicia que viene de Él,  que existe aparte de la ley y que viene por fe. Esta es la buena  noticia. Pero el hecho de que la justificación por la fe es una buena  noticia no signi-fica que siempre ha sido una idea popular. Al escribir  este capítulo, una de las noticias persistentes en la TV ha sido el  juicio de un hombre que secuestró, torturó y brutalmente asesinó a un  niñi-to. Fue declarado culpable y sentenciado a reclusión perpetua, sin  posibili-dad de libertad condicional. Algunos no estaban contentos  porque no fue sentenciado a muerte, pero no he oído de nadie que pensaba  que la senten-cia era demasiado severa. Ninguno desearía que este  hombre estuviese libre. ¿Puede imaginarse a alguien que tenga un niño  pequeño que tuviese que vi-vir al lado de este hombre? ¿Pueden  imaginarse qué atrocidad sería si un ciudadano bien conocido fuera al  juez y le dijera: “Estoy dispuesto a ocupar el lugar de este hombre y  su-frir su castigo. Envíenme a mí a la cárcel y a él déjelo libre”?  ¿Habría algún juez que aceptara a este sustituto voluntario? ¿Cómo se  cumpliría la justicia si se liberara al hombre culpable dejándolo ir,  aunque alguien estuviera dis-puesto a aceptar la acusación y el castigo?   De acuerdo con el Antiguo Testamento, Dios difícilmente estaría  contento con un arreglo tal: “El que justifica al impío, y el que  condena al justo, am-bos son igualmente abominación a Jehová”  (Proverbios 17:15). ¿Quién quiere ver absuelto a una persona culpable?  Así, no es sorprendente que muchas personas hayan cuestionado la idea de  la justificación por la fe que Pablo presenta en Romanos 3:21 al 27. Si  la palabra justificación es sinó-   E   © Recursos Escuela Sabática   nimo de absolución en un tribunal de justicia, ¿qué sentido tiene que  Dios absuelva a los pecadores libremente por su gracia (3:21-24)? Tales  preguntas han conducido a debates teológicos, tanto dentro del  adven-tismo como en la comunidad cristiana más amplia, acerca de la  naturaleza de la justificación. ¿Es un asunto puramente legal por el  cual, sobre la base de la sustitución de Jesús, los pecadores son  declarados justos aún cuando no son justos? Esa clase de justificación  parece ser una ficción legal. Por otro lado, algunos interpretan  justificación como “hacer justo”. Dicen que cuando Dios justifica a las  personas las cambia realmente, de modo que ya no son pecadoras. No son  meramente declaradas justas, ¡ellas son justas! ¿Qué significa  justificación? Ambas posiciones probablemente simplifican demasiado el  tema de la justi-ficación o justicia. El término es a la vez complejo y  rico. Es cierto que proviene de un contexto legal y básicamente es  sinónimo de absolución. Pe-ro antes de decidir qué significa  justificación, necesitamos comprender cua-tro cosas. Primero, puede  surgir una confusión por la traducción de estos términos. Varias  palabras griegas comparten una raíz común, dik-, y todas ellas son  traducidas de diversas maneras al castellano. El adjetivo (díkaios), se  tradu-ce como “justo”. El sustantivo (díkaioo) puede ser traducido como  “justi-cia” o “justificación”. El verbo (díkaioo) a veces es traducido  como “justifi-car”, “declarar justo”, “pronunciar justo”, o “hacer  justo”. No sólo hay poca consistencia entre las diversas traducciones  bíblicas, sino que aún dentro de una misma versión estos términos se  traducen de manera diferente. Por ejemplo, Pablo usó el término  dikaiosúne cuatro veces en Romanos 3:21 al 31. Pero en las versiones  castellanas más comunes (Reina Valera Revisada de 1960 y 1995; Nueva  Versión Internacional, Biblia de Jerusalén), este término se traduce  como “justicia”, tanto en los versículos 21 y 22 como en los versículos  25 y 26. Segundo, este complejo de términos proviene del sistema legal  de los tiem-pos bíblicos, que era muy diferente del que tenemos hoy.  Nuestra visión de la justicia es la mujer con los ojos vendados que  sostiene una balanza de platillos, y pensamos en un juez como una  persona que delibera objetiva-mente y entrega sentencias sin prejuicios.  Sin embargo, en los tiempos bíblicos, los jueces estaban mucho más  involucrados activamente en la vida de las personas a las que servían.  Los jueces eran responsables de arreglar los asuntos en disputa y  procurar vindicar a los oprimidos.   © Recursos Escuela Sabática   Vemos esto en los Evangelios, cuando Jesús cuenta una historia de un  juez injusto (Lucas 18:1-8). Lo que Jesús quería decir tiene que ver con  la persis-tencia de la persona demandante como un modelo para la  oración, pero la historia también nos dice algo acerca de las  expectativas de la gente de esos tiempos con respecto al juez. En la  historia el juez no temía a dios ni a los hombres. Una mujer que había  sido molestada volvía a él para pedir vindi-cación contra su adversario.  El juez no se preocupaba por la justicia, de modo que siempre la  echaba. Pero finalmente, por causa de su persistencia, la vindicó. Se  esperaba que los jueces actuaran y resolvieran la situación. No se  quedaban sentados en su lugar para hacer sus decisiones. Tercero, el  término justificación tiene un trasfondo tan rico en el Antiguo  Testamento que va más allá del ambiente estrictamente legal. Dios es  justo en su fidelidad al pacto con su pueblo. Se refiere a su amor  interminable y firme que perdona y restaura vez tras vez, aún cuando las  personas sean in-fieles. Cuarto, justificación no es el único término  que usa Pablo en esta sección para comunicar la solución al problema del  pecado. También hay otros términos tales como redención y expiación  (también traducido como “pro-piciación” o “sacrificio de expiación”).  Todos estos términos eran palabras muy gráficas en tiempos de Pablo.  Desgraciadamente, hemos perdido las imágenes de la vida diaria que estas  palabras habrían traído automáticamen-te a los ojos de la mente de los  oyentes originales de Pablo. En vista de estos elementos del trasfondo,  ¿cómo habrían comprendido la idea de justificación los oyentes  originales de Pablo? No lo habrían visto como un término meramente  legal. Ni tampoco lo habrían considerado un término ético, como si  significara “de conducta buena”. Probablemente habrían pensado: “Oh,  Dios es como un juez que sale y trata de remediar las cosas”. También  habrían pensado en cuán a menudo dios había mostra-do su fidelidad en el  Antiguo Testamento. Por esto Pablo dice que esta jus-ticia ha tenido el  testimonio de la ley y los profetas (ver Romanos 3:21). En otras  palabras, los oyentes de Pablo habrían pensado más metafóricamente que  nosotros.   Dios no estaba declarando culpables a personas inocentes ni haciendo  que los pecadores quedaran instantáneamente sin pecado. Estaba  extendiéndose a personas que se habían apartado de Él y los estaba  restaurando a una nue-va relación de pacto con Él. Para ellos,  justificación haría sido un término de relación. Significa estar bien  con Dios en una nueva relación salvadora en la que dios llega a ser el  Amigo y el Salvador. Básicamente, en el con-texto bíblico, justificación  no es tanto un término legal o de conducta sino   © Recursos Escuela Sabática   de relación. La justificación resultaba cuando el juez ayudaba a  restaurar una relación que se había quebrado y ahora se arreglaba. Sin  embargo, este concepto era audaz, porque Pablo dice que esta nueva  re-lación, en la cual uno está en armonía con Dios, no puede producirse  sobre la base de logros humanos. Existe aparte de la ley. Por “ley”,  Pablo proba-blemente quería decir todo el sistema del judaísmo, pero  ciertamente habría incluido los Diez Mandamientos. Ningún acto humano  –ni siquiera la ob-servancia de los Diez Mandamientos o de cualquier  otra ley– puede reco-mendarnos a Dios y producir la justificación. Eso  sólo proviene por la gra-cia de Dios, la aceptación inmerecida que da  Dios. No podemos ganarla o atribuirnos ningún crédito por ella. Por eso,  toda jactancia “queda excluida” (Romanos 3:27). Ningún cristiano puede  alguna vez felicitarse y decir: “Mi-ra lo que hice para llegar a ser  justo”. La justificación es un don gratuito de Dios. Recibimos este don  gratuito sobre la base de la fe, la que, en este contexto, es un  compromiso total de confianza en Dios. Los eruditos bíblicos debaten el  significado de la expresión “fe en Jesucristo” en Romanos 3:22. Algunos  dicen que significa fe en Jesucristo. Así la traduce la NVI. Otros dicen  que significa la fe de Jesús mismo o su fidelidad. Pero cualquier sea  la forma co-rrecta, el texto sigue aclarando que es para los que tienen  fe o confianza en dios. Para recibir este don gratuito y lleno de gracia  de la justificación de-bemos confiar en Dios. La fe, o la dependencia  total o confianza, y el com-promiso con Dios es la única reacción  apropiada a su gracia. Pero los cris-tianos le deben a Dios aún esta fe  apropiada a su gracia. Pero los cristianos le deben a Dios aún esta fe.  Confiar en Dios no es una obra que nos hace ganar la justificación; es  el reconocimiento de que con nada podríamos ga-nar la justificación y,  por tanto, de que debemos llegar a depender totalmen-te de Dios. Para  resumir qué es lo que hemos cubierto hasta aquí diremos: Todos los seres  humanos hemos pecado y estamos irremediablemente perdidos. Dios tomó la  iniciativa por su propia gracia para alcanzar y salvar a los pecadores  al enviar a Jesucristo, su hijo, para morir por ellos. La única  respuesta apro-piada a su gracia es la dependencia total de Dios, que  elimina toda jactancia y reconoce que los seres humanos no pueden hacer  nada para ganar su sal-vación. Metáforas de la expiación   Muchos teólogos han tratado de desarrollar teorías del a expiación que  ex-pliquen exactamente cómo Dios nos salva por medio de la muerte y la  resu-   © Recursos Escuela Sabática   rrección de Cristo: sustitución, rescate, influencia moral y otras.  Pablo no nos da una teoría del a expiación. Más bien, él usa metáforas  para ayudar-nos a pensar en lo que dios ha hecho por nosotros. Cada  metáfora nos dice algo importante, pero ninguna cuenta toda la historia.  Esto es cierto también en este pasaje. Desgraciadamente, hemos perdido  las imágenes que están detrás de estas metáforas, imágenes que habrían  sido como una segunda na-turaleza para los primeros lectores de Pablo.  Como hemos notado, la justificación es la metáfora más dominante en este  pasaje. Presenta un cuadro de Dios como un juez fiel que,  decididamente, sale a poner las cosas en orden al establecer, a través  de Cristo, una nueva relación con los pecadores sin esperanza. Pero el  cuadro de Dios no se limi-ta al de un juez fiel. Pablo también usa la  metáfora de la redención (Roma-nos 3:24). Esto habría hecho que los  cristianos del siglo I pensaran en la li-beración de un esclavo. Sucedía  constantemente en su mundo. Los esclavos constituían un tercio de la  población, y muchos eran liberados todo el tiem-po. Los dueños a menudo  decretaban en sus testamentos que a su muerte sus esclavos fueran  liberados. Otros esclavos eran liberados cuando alguien estaba dispuesto  a pagar el precio para comprarlos y libertarlos. Los “liber-tos”  llegaron a ser una clase importante en la sociedad romana. Los satíricos  de los días de Pablo censuraban el hecho de que muchos de esos libertos  llegaban a ser ricos y vivían por encima de la condición que se  esperaba de ellos. No sólo somos absueltos y puestos en orden como  podría ocurrir en un tribunal legal, sino que también somos libertados  como ocurría en el mercado de esclavos. Una metáfora adicional es el  término que la Nueva Versión Internacional traduce como “sacrificio de  expiación” en Romanos 3:25. El único otro lu-gar donde aparece esta  expresión en el Nuevo Testamento es traducida co-mo “propiciatorio”  (Hebreos 9:5). Este era su significado original: el espa-cio por encima  del arca del pacto. Pero en Romanos probablemente signifi-ca más que  eso. Dios presenta a Jesús como el Sacrificio. Incluso esto es otra  metáfora, que sugiere que así como el pecado era simbólicamente ex-piado  por los sacrificios en el templo, así Cristo realmente expía nuestros  pecados. El cuadro aquí es el templo y sus sacrificios. Siendo que  ninguno de nosotros estuvo alguna vez en un templo para sacrificar un  cordero, la metáfora probablemente no significa tanto para nosotros como  significó pa-ra los creyentes romanos.   ¿Qué logran estas metáforas? Aquí Pablo no está meramente hablando  co-mo teólogo abstracto. Habla como predicador y pastor. Está usando  ilustra-ciones que crean cuadros en la mente de sus oyentes: como en un  tribunal,   © Recursos Escuela Sabática   hemos sido absueltos; como en un mercado de esclavos, hemos sido  puestos en libertad; y cómo en un templo, nuestros pecados han sido  expiados por la sangre de Cristo mismo. A menudo hemos usado estos  términos en forma demasiado abstracta y dejado de ver lo que Pablo  estaba escribiendo como pastor que estaba preocupado por el bienestar  espiritual de aquellos que es-cucharan la lectura de esta carta.  Justificación para todos Todavía hay otro aspecto osado en el anuncio de  Pablo de la revelación de la justicia de Dios. Es para todos los que  creen; no hay distinción entre jud-íos y gentiles (Romanos 3:22). Porque  los judíos creían que Dios había hecho una distinción. Lo había dicho  en Éxodo 8:22, y 23. Cuando envió las plagas que traumaron a los  egipcios, los israelitas fueron protegidos. Dios dijo que eso era para  mostrar que Él hacía diferencia entre Israel y las otras naciones. Ahora  Pablo está diciendo que Dios no hará ninguna distinción. ¿Cómo puede  ser esto?   Pablo responde a la pregunta citando la afirmación central de la fe  judía. Si vas hoy a una sinagoga judía, cualquiera sea el motivo de la  reunión, escu-charás la Shemá. Es la recitación de Deuteronomio 6:4:  “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”. Pablo argumenta que  si una persona toma es-ta afirmación central del judaísmo con seriedad,  Dios no puede ser el Dios sólo delos judíos; también debe ser “el Dios  de los gentiles” (Romanos 3:29). Y si Dios es el Dios tanto de judíos  como de gentiles, y si ambos pe-caron, y si su justicia restauradora se  da libremente por su propia iniciativa de gracia, entonces, ¿no tiene  sentido que Él tratar de la misma manera tan-to a judíos como a  gentiles? 1 Así, el panorama de este don es tan amplio como puede ser.  Abarca a todos. El don gratuito es para todos los que responden  adecuadamente con fe. Co-mo notamos en el capítulo 2, la justificación  por la fe no es sólo una doctri-na acerca de ´como se salvan las  personas. La misión de Pablo es reunir a judíos y gentiles. Todos  estamos en el mismo bote del pecado, y si escoge-mos poner nuestra fe en  Dios, todos estaremos en el bote de la salvación. No hay distinciones  entre judíos y gentiles, o entre cualesquieras clases en las cuales  podemos dividir a los seres humanos. La justicia es para todos.   Ya hemos visto que esta justicia para todos de Dios es “aparte de la  ley” (Romanos 3:21). Pablo repite esto en el versículo 28: “Concluimos,  pues,   1 Pablo seguirá este tema pero con más detalles en Romanos 9 al 11,  donde mostrará que la inclusión del os gentiles que hace Dios de ningún  modo anula su promesa de fidelidad a los judíos.   © Recursos Escuela Sabática   que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley”. Ninguna  canti-dad de obediencia, buenas obras o logros podrían alguna vez  recomendar-nos a Dios o ganarnos nuestra salvación. Eso podría llevarnos  a la conclu-sión de que la ley es desechable. Que está abolida. Pablo  sabía que esa con-clusión era posible; por tanto, hace una pregunta al  terminar este capítulo: “¿Luego por la fe invalidamos la l2y?”. A la luz  de lo que él ha dicho, no debemos sorprendernos de oír que su respuesta  fuese “¡Sí!” Pero no es así. De hecho, ni siquiera está cerca. La  respuesta es “¡Absolutamente no!”, sino que confirmamos la ley” (3:31).  Pablo no explica esto hasta que llegamos a los capítulos 6 y 7 de  Romanos. Allí él habla del tema de la función continuada de la ley y de  la cuestión de la conducta humana a la luz del hecho de que la salvación  es un don sólo por la gracia de Dios. Pero él ya nos ha dado algunos  indicios en este capí-tulo. Ya nos ha dicho que la ley nos hace  “conscientes del pecado” (versícu-lo 20). Eso no resuelve el problema  del pecado: sólo muestra que el pecado está allí. Otro indicio viene a  comienzos del capítulo 3. En los primeros versículos del capítulo, Pablo  plantea una cantidad de preguntas retóricas, pero no las responde. Una  de ellas es: ¿Por qué no decir; Hagamos males para que ven-gan bienes,  ya que la gracia de Dios se ocupa del mal? En otras palabras, algunas  personas podrían posiblemente responder a la doctrina de la gracia que  enseña Pablo “viviendo y pecando” como les agrada porque de todos modos  la gracia se ocupará del pecado. Pablo admite que esa no era sólo una  conclusión teóricamente posible de su enseñanza; algunos que lo oye-ron  realmente pretendieron que eso era lo que él enseñaba. Pablo lo cancela  diciendo que su “condenación es justa” (versículo 8). Pero en Romanos 6 y  7 él tratará este tema en detalle. Lo analizaremos más tarde. Un relato   La Navidad pasada nuestros tres nietos estaban con nosotros (en ese  mo-mento tenían 5, 4, y 1 año). El espacio debajo del árbol estaba más  que ocu-pado con regalos hermosamente envueltos para que cada uno de  ellos los abriera; tantos, que ellos se aburrieron antes de terminar de  abrir todos. Pero un regalito muy sencillo entusiasmó a los de 4 y 5  años más que muchos otros regalos más hermosos y costosos:  globos-cohetes. Son globos largos y angostos que uno los sopla y luego  los suelta y los mira como vuelan. Estos globos-cohete no existían  cuando yo era niño. Solíamos inflar globos co-munes y los soltábamos,  pero no iban ni muy lejos ni por mucho tiempo. Los globos-cohete tienen  una abertura mucho más pequeña de modo que   © Recursos Escuela Sabática   vuelan y vuelan y vuelan. Y para que entusiasme más, tienen un  elemento en la abertura que produce un efecto sonoro. En nuestra casa  tenemos un lugar perfecto para lanzar esos globos. La en-trada a la casa  es un pasillo que está abierto también en el piso superior. Uno puede  ponerse allá arriba y dejar que los globos vuelen y aterricen en el  pasillo abajo. Los niños hicieron volar sus globos-cohete por un tiempo.  Pero entonces un globo chocó con la pared, y tal vez por tener alguna  humedad en el exterior se quedó pegado a ella. El globo estaba demasiado  lejos del lugar del lan-zamiento para que los niños pudieran  alcanzarlo. De modo que mis nietos ingeniosos corrieron escaleras abajo y  comenzaron a saltar para tratar de al-canzarlo. Pero el globo estaba  pegado a más de 3,20 meros por sobre el piso del vestíbulo. Imagínense a  los dos niño, el más alto medía como un metro, tratando de saltar para  llegar a los 3.50 metros para recuperar su globo. De más está decir que  no pudieron hacerlo. Pero no renunciaron a ello. Buscaron una escalera  pequeña que usa mi es-posa para alcanzar las alacenas más altas. Apenas  tiene unos 90 centímetros de altura. Noventa centímetros, más un metro,  más un poco de estiramiento todavía no llegaban ni cerca de los 3,50  metros. Después de unos momen-tos, reconocieron que no alcanzarían el  globo con esa escalerita, y de modo que decidieron que habían visto una  más larga en el garaje y fueron a bus-carla. Entonces, mientras plegaban  la escalerita para ir a buscar la más grande, el globo –que  aparentemente se había secado– cayó sobre ellos. Hubo dos reacciones  totalmente diferentes. Un niño saltaba de alegría y gri-taba: “¡Lo  tenemos!”. El otro se puso a llorar y dijo: “Pero yo quería que lo  bajáramos nosotros”. Las buenas nuevas de Pablo son que Dios ha  derramado gratuitamente su gracia sobre nosotros y nos ha salvado. La  respuesta apropiada es gritar de alegría porque es algo que nunca  hubiéramos podido hacerlo por nosotros mismos.