Si
una casa está dividida contra sí misma esa casa no podrá permanecer. (Marcos
3:25)
Te guste o no, el
conflicto en el matrimonio es sencillamente inevitable. Cuando se casaron, no
solo unieron sus esperanzas y sus sueños sino también sus heridas, sus temores,
sus imperfecciones y su bagaje emocional. Desde que desempacaron luego de la
luna de miel, comenzaron el verdadero proceso de "desempacarse"
mutuamente y de hacer el desagradable descubrimiento de cuan pecadores y egoístas
pueden ser. En poco tiempo, tu pareja comenzó a deslizarse de tu elevado
pedestal y tú del suyo. La intimidad forzosa del matrimonio comenzó a
despojarte de tu fachada pública y a exponer tus problemas privados y tus
hábitos secretos. Bienvenido a la humanidad caída. Al mismo tiempo, las
tormentas de la vida comenzaron a probar y revelar de qué estabas hecho en
verdad. Las demandas laborales, los problemas de salud, las discusiones con los
suegros y las necesidades financieras estallaron con distinta intensidad,
añadiendo presión y calor a la relación. Esto crea un marco para que aparezcan
desacuerdos entre ustedes dos. Discutieron y pelearon. Se hirieron.
Experimentaron conflictos. Tienen que saber que no están solos. Todas las
parejas atraviesan lo mismo. Es lo habitual. Sin embargo, no todas lo superan.
Así que no creas que poner en práctica el desafío de hoy alejará todos los
conflictos de tu matrimonio. En cambio, se trata de abordar el problema de una
manera tal que cuando lo atraviesen, su relación se vea enriquecida. Los dos.
Es probable que el daño
más profundo y desgarrador que puedas hacerle (o que le hayas hecho) a tu
matrimonio ocurra en pleno conflicto, porque es el momento en el cual tu
orgullo es más fuerte. Estás más enojado que nunca. Eres más egoísta y
sentencioso que nunca. Tus palabras contienen más veneno que nunca. Tomas las
peores decisiones. Si el conflicto desenfrenado toma el control y ninguno de
los dos pone el pie en el freno, un matrimonio puede estar bien el lunes y
comenzar a venirse abajo el martes. Sin embargo, el amor interviene y cambia
las cosas. Te recuerda que tu matrimonio es demasiado valioso como para
permitir que se autodestruya, y que el amor por tu cónyuge es más importante
que cualquier asunto por el que estén peleando. El amor te ayuda a instalar
airbags y montar barreras de protección en tu relación. Te recuerda que en
verdad se puede revertir el conflicto para siempre. Las parejas casadas que
aprenden a resolver sus diferencias suelen tener más unidad, más confianza, más
intimidad y luego pueden disfrutar de una conexión mucho más profunda. Pero,
¿cómo? La manera más sabia es aprender a pelear limpio, estableciendo reglas de
juego saludables. Si no tienen pautas para abordar cuestiones problemáticas, no
respetarán los límites cuando se caldeen los ánimos. En esencia, hay dos clases
de límites para lidiar con el conflicto: los límites de pareja y los límites
personales. Los límites de pareja son reglas que los dos acuerdan de antemano,
reglas que se utilizan durante cualquier pelea o altercado. Si se violan estas
reglas, cualquiera de los dos tiene derecho a hacerlas respetar, con
delicadeza, pero de inmediato.
·
Estas
reglas podrían incluir:
·
Nunca
mencionaremos el divorcio.
·
No
traeremos a colación temas del pasado y sin relación.
·
Nunca
pelearemos en público ni frente a nuestros hijos.
·
Nos
tomaremos un descanso si el conflicto alcanza un nivel peligroso.
·
Nunca
tocaremos al otro para hacerle daño.
·
Nunca
nos iremos a dormir enojados.
·
El
fracaso no es una opción. Pase lo que pase, lo resolveremos.
Los
límites personales son reglas que practicas por tu cuenta. Aquí tienes algunos
de los ejemplos más efectivos:
·
Escucharé
antes de hablar. "Que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar,
tardo para la ira" (Santiago 1:19)
·
Abordaré
mis propios problemas con franqueza. "¿Y por qué miras la mota que está en
el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo?"
(Mateo 7:3)
·
Hablaré
con dulzura y no levantaré la voz. "La suave respuesta aparta el furor,
mas la palabra hiriente hace subir la ira" (Proverbios 15:1)
Pelear
limpio significa cambiar de armas; disentir con dignidad. Como resultado,
deberías poder tender un puente en lugar de quemarlo. Recuerda, el amor no es
una pelea, sino que siempre vale la pena pelear por él.
El
desafío de hoy
Habla con tu cónyuge con respecto a establecer
reglas de juego saludables. Si no está listo para esto, entonces anota tus
propias reglas personales para respetar durante las discusiones. Decide
cumplirlas cuando vuelva a surgir un desacuerdo.
Si tu cónyuge
participó, ¿cuál fue su respuesta? ¿Qué reglas personales anotaste?
Tened el mismo sentir
unos con otros. (Romanos 12:16)
Fuente: Tomado de el libro "El desafío del amor"Visita nuestra sección de Descargas, obtendrás muchosmateriales totalmente gratuitos.
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