Y
vosotros, maridos, igualmente, convivid de manera comprensiva con vuestras
mujeres [...] dándole honor como a coheredera de la gracia de la vida. (1 Pedro
3:7)
En nuestro idioma, hay ciertas palabras que tienen un significado
poderoso. Cuando se usan, las asociamos al respeto. Estas palabras nunca
pierden su carácter eterno, su clase ni su dignidad. Hoy, nos concentraremos en
una de ellas. Es la palabra honor. Honrar a alguien significa respetarlo y
tenerlo en alta estima, tratarlo como a una persona especial y de gran valor.
Cuando le hablas, tus palabras son puras y comprensibles; eres cortés y
educado. Cuando esa persona te habla, tomas en serio lo que dice, dándole peso
y relevancia a sus palabras. Cuando te pide que hagas algo, te adaptas como
puedes, por el solo respeto que le tienes. La Biblia nos dice que
"honremos" a nuestro padre y a nuestra madre, y a las autoridades. Es
un llamado a reconocer la posición o el valor de otra persona. El honor es una
palabra noble. En especial, esto es cieno en el matrimonio. Honrar a tu pareja
significa prestarle toda tu atención, en lugar de hablarle desde atrás de un
periódico o con un ojo en la televisión. Cuando se toman decisiones que afecten
a ambos o a toda la familia, le das la misma importancia en tu mente a la
opinión de tu cónyuge. Honras lo que tiene para decir. Significa mucho para ti,
y debería saberlo por la manera en que lo tratas.
Sin embargo, hay otra palabra que nos llama a alcanzar un
propósito más alto, una palabra que a menudo no identificamos con el
matrimonio, aunque no se puede subestimar su relevancia. Es una palabra que
constituye el fundamento del honor: la razón misma por la cual respetamos y
tenemos en alta estima a nuestro cónyuge. Esa palabra es santa. Decir que tu cónyuge debería ser
"santo" para ti, no significa que sea perfecto. La santidad significa
que está apartado para un propósito supremo: ya no común ni cotidiano sino
especial y único. Nadie puede competir en tu corazón con una persona que para
ti es santa. Es sagrada, alguien a quien honrar, alabar y defender. La novia
trata de esta manera su vestido. Luego de usarlo en su día especial, lo cubre y
lo protege, y luego lo separa de todo lo demás en su armario. No la verás
usándolo cuando trabaja en el jardín o sale de paseo. Su vestido de novia tiene
un valor propio. De esta manera, es santo y sagrado para ella. Cuando dos
personas se casan, cada cónyuge pasa a ser "santo" para el otro,
mediante la santidad inherente al matrimonio. Esto significa que ninguna otra persona en el mundo debe disfrutar de
este nivel de compromiso y expresión de afecto de tu parte. La relación
entre ustedes no se compara a ninguna otra. Compartes la intimidad física sólo con ella, sólo con él.
Estableces un hogar con esta persona. Tienes hijos con ella. Tu corazón, tus posesiones, tu vida misma
deben estar absortos en este lazo singular que compartes sólo con esta persona.
¿Las cosas son así en tu matrimonio? ¿Tu cónyuge diría que lo honras y lo
respetas? ¿Lo consideras apartado y de gran valor para ti? ¿Crees que es santo?
Quizá, no lo sientas, y tal vez sea por una buena razón. Tal vez quisieras que
algún desconocido pudiera ver cuánta falta de respeto recibes de parte de tu
esposo o esposa (alguien que hiciera que tu cónyuge se sintiera avergonzado al
salir a la luz quién es en realidad a puertas cerradas).
Sin embargo, con el amor las cosas son distintas. El amor honra aun cuando lo rechazan; trata
a su amado como alguien especial y sagrado aun cuando lo único que recibe a
cambio es una actitud desagradecida. Por supuesto, es maravilloso cuando
los dos esposos están unidos en este propósito, cuando siguen el mandamiento
bíblico de ser "afectuosos unos con otros" en amor y se dan
preferencia el uno al otro (Romanos 12:10). "Tengan todos en alta estima
el matrimonio y la fidelidad conyugal" (Hebreos 13:4 NVI). No obstante,
cuando tus intentos de honra no son correspondidos, debes honrar igualmente. El
amor se atreve a hacerlo; a decir: "Valoraré
nuestra relación por sobre todas las demás. El mayor sacrificio que esté
dispuesto a hacer, lo haré por ti. Con todos tus fracasos, tus pecados, tus
errores y tus defectos (pasados y presentes) igual decido amarte y
honrarte". Así se crea una atmósfera para reavivar el amor. Así guías
tu corazón a volver a amar de verdad a tu cónyuge. Y eso es lo bueno del honor.
El desafío de hoy
Elige
una manera de demostrarle honor y respeto a tu cónyuge que sea diferente de lo
habitual. Quizá sea abrirle la puerta a tu esposa. Tal vez sea guardarle la
ropa a tu esposo. Quizá sea la forma en la que escuches y hables cuando se
comuniquen. Muéstrale a tu cónyuge que lo tienes en alta estima.
¿Cómo elegiste demostrar honor? ¿Cuál fue el
resultado? ¿De qué otras maneras podrías demostrar honor durante los próximos
días?
Los honraré y no serán menospreciados.
(Jeremías 30:19)
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